Adelanto electoral en la CAV
Cuatro posibilidades, pero solo dos aspirantes reales: Urkullu o Mintegi
Si la legislatura excepcional que toca a su fin ha estado marcada por el tándem López-Basagoiti, quienes cotizan al alza son precisamente los otros dos grandes aspirantes a Ajuria Enea: el del PNV y la de EH Bildu. Iñigo Urkullu aparece como un político clásico nacido y crecido en el partido, al estilo de Patxi López. Laura Mintegi es la novedad, al igual que la coalición a la que representa, en un contexto de crisis a todos los niveles.
Iñigo URKULLU
Avarios dirigentes del PNV se les escapó ayer un «por fin» que denota su angustia por tratar de recuperar el sillón. Una angustia que les lleva a considerar «electoralista» todo lo que ocurre en Euskal Herria hace meses, aunque sea algo tan ajeno a las urnas como el calvario del preso Iosu Uribetxebarria. Para la reconquista cuentan con una opción nueva: Iñigo Urkullu. No es posiblemente la mejor. Muchos jeltzales siguen echando en falta el carácter de Xabier Arzalluz y el arraigo de Joseba Egibar, ambos, además, bastante mejores oradores. Y ciertamente tampoco es la deseada por las bases, que iniciaron un estéril movimiento de fondo para tratar de recuperar a Juan José Ibarretxe. Pero es así, sorteando obstáculos, generando consensos internos y evitando estridencias, como Iñigo Urkullu se ha hecho con todo el poder del PNV en estos últimos años. Hasta el punto de romper la histórica bicefalia, de modo que si llegara a lehendakari habría que iniciar un proceso para elegir nuevo líder del EBB.
En este juego de rebotes en el que habitualmente siempre termina cayendo de pie, Urkullu encuentra hoy día otro golpe de fortuna: será el candidato preferido desde Madrid, donde son conscientes de que el asalto españolista a Ajuria Enea de 2009 ha acabado en fracaso y ni Patxi López ni Antonio Basagoiti pueden retener el sillón. Es claro que entre Mintegi y Urkullu la opción del jelkide es la preferida no solo para preservar el actual estatus político, sino también el económico. Pero habrá que ver si ese soterrado impulso estatal juega a favor o en contra de un candidato que se pone a prueba a sí mismo por vez primera y cuya singladura al frente del PNV no está plagada de éxitos electorales precisamente, aunque en las últimas estatales lograra evitar el sorpaso de Amaiur.
Antonio BASAGOITI
El líder del PP vasco llega a estas elecciones con dos problemas básicos de identidad: ni se sabe si es líder ni tampoco si existe el PP vasco. Desde que tomó las riendas sustituyendo a María San Gil en un momento en que ya se vaticinaba un cambio de ciclo total en este país, Antonio Basagoiti afirma puntualmente querer subir al PP a ese tren de la modernidad, pero no le dejan, no puede o no sabe hacerlo. A día de hoy sigue siendo un delegado de Rajoy y Fernández en suelo vasco.
Basagoiti cuenta con un problema añadido que seguramente se le reproducirá en esta campaña: cree que para tener un sitio en el abarrotado corral político vasco tiene que ser gallo. Y eso le lleva a gritar más de la cuenta y a ser noticia más por boutades que por ideas. Las ocurrencias e insultos contra la izquierda abertzale se cuentan por miles y no merecen más atención, pero Basagoiti se ha mostrado insultante incluso con Patxi López cuando dijo que el lehendakari al que apoyó tres años «no tiene fama de ser muy laborioso».
Si a nivel personal Basagoiti tiene fallas evidentes, a nivel político el PP llega fundido a las urnas, sin ninguna aportación en positivo al nuevo tiempo abierto tras la decisión de ETA y como ejecutor de una escalada de ataques antisociales que ya le pasaron clara factura en las elecciones andaluzas, apenas cuatro meses después de la victoria de Rajoy (para octubre serán once). Puede considerarse que López incluso le ha hecho un favor adelantando los comicios, ya que si la intervención europea total del Estado español llega en otoño, en adelante el PP todavía cometerá más tropelías.
Así las cosas, Basagoiti probablemente se conformará con rescatarse a sí mismo en estos comicios. Esta vez el PP incluso tiene riesgo de fuga de votos hacia el PNV.
Laura MINTEGI
Todo es nuevo en EH Bildu y en Laura Mintegi (aunque paradójicamente sea la candidata de más edad de los cuatro): es nueva la coalición a cuatro bandas, es nuevo el tiempo en que se asienta e impulsa, son nuevos muchos de los votantes que han atraído ya Bildu o Amaiur, es nueva la posibilidad de que este sector político gane unas autónomicas, es nueva la candidata –la única sin una larga carrera política profesionalizada detrás– y es nuevo sobre todo el contenido y la forma de su discurso. Y como todo lo nuevo, la apuesta tiene un margen de riesgo, pero por encima de eso conlleva un plus de frescura.
Por el momento Mintegi ha mostrado que es una persona de la calle que habla directamente a la gente, al margen de los clichés y discursos anquilosados de los partidos y fuera también de los rifirrafes inherentes a la política habitual. En estos dos meses que restan hasta las urnas, a ella y a su equipo les queda demostrar que, además, conectan con esa gente.
Su curriculum académico y su trayectoria en la cultura y la sociedad vasca dejan pocas dudas sobre su capacidad personal para el reto. Por si hubiera recelos sobre la opción real de gestionar un gobierno, Mintegi se ha adelantado a todos revelando su equipo. Y eso ha servido además para reflejar el cambio radical que llevaría EH Bildu a Lakua; la sustitución de Interior y Justicia por Libertades Ciudadanas lo dice todo.
A Mintegi no le faltarán banderas que coger. Bildu y Amaiur crecieron a partir del apoyo social a la solución al conflicto, que sigue impulsando EH Bildu de modo destacado. Pero se le suma también ser la única opción novedosa frente a la crisis y sus dramáticas consecuencias. Seguro que es la única no contaminada por su gestión, y habrá que ver si también la única que da con la tecla de ofrecer una alternativa en este terreno.
Patxi LOPEZ
No puede haber cosa peor para un candidato a lehendakari que tu propio jefe de partido ya sitúe tu futuro en otro sitio. Eso le ha pasado recientemente a Patxi López, cuando Alfredo Pérez Rubalcaba dejaba claro en una entrevista de prensa que su porvenir está en la política estatal. Así que López acude a su propia convocatoria electoral con las maletas hechas por doble motivo: porque tiene claro que no seguirá en Ajuria Enea y porque luego no le espera el PSE, sino el PSOE.
Al menos, López parece haber encontrado en esta recta final de legislatura un clavo ardiendo que le permitirá sacar la cabeza, y que consiste en presentar a su gobierno como muro de contención frente a los recortes que llegan de Madrid. La jugada es inteligente porque deja en feo tanto al PP como al PNV, también defensor de las políticas de ajuste, y además le sitúa como defensor del autogobierno, aunque obviamente todo esto sea muy matizable.
Con ello, López puede huir además del debate sobre el nuevo tiempo político, en el que nunca ha estado cómodo porque jamás ha sido protagonista (ni siquiera invitado, porque cuando le llamaron, como en Aiete, se hizo el sordo y se alejó miles de kilómetros).
Aquella espantada retrató que el cargo le venía muy grande, y dejó entrever además que Patxi López era prescindible incluso para los suyos, que sabían mejor que él qué se estaba cociendo en la Casa de la Paz. Lo rocambolesco es que, pese a todo ello, siga cotizando al alza en Madrid.
Parece muy improbable que López sea otra cosa que el tercero en esta carrera. Sería una despedida ciertamente lánguida para un experimento que se presentó desde el Estado como vanguardista y que ha acabado revelando lo que era: una chapuza con fecha de caducidad.