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CRíTICA Quincena musical

Al fin y al cabo jóvenes intérpretes

Mikel CHAMIZO

El Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Quincena Musical es uno de los más difíciles de valorar de todo el festival. Hace años los recitales que ofrecían los jóvenes seleccionados para protagonizar este ciclo aún se asemejaban a lo que uno podía esperar de músicos de entre 14 y 24 años:  programas de una dificultad moderada que les permitían lucir lo mejor de sus incipientes logros como intérpretes de alto nivel. Normalmente eran recitales en formato solista, muy meditados y cuyos resultados, independientemente de su madurez y de que la falta de experiencia o los nervios les traicionasen, mostraban un altísimo nivel de compromiso y responsabilidad hacia lo que se le ofrecía al exigente público de la Quinena.

Todo esto ha cambiado bastante en los últimas ediciones, desde que Musikene se encarga del ciclo y la Quincena Musical parece haber delegado en ellos gran parte de su programación de música de cámara. La sensación que me invade reiteradamente en los últimos años es que a los alumnos que participan en este ciclo se les imponen obras por encima de sus posibilidades, quizá no técnicas, pero sí musicales. Los programas, que antes solían ser irregulares en cuanto a calidad artística, pero al menos aseguraban el lucimiento del músico, se han llenado ahora de obras maestras del repertorio camerístico, complejísimas de interpretar bien la mayoría, y que a menudo están obviamente por encima de las capacidades actuales de los grupos que las abordan.

No cabe duda de que el Ciklus Ensemble ha trabajado hasta la extenuación el “Pierrot Lunaire” de Schoenberg. Fue una versión intensísima y extraordinariamente poética que podría competir en muchos aspectos con la de conjuntos profesionales. El trabajo de la mezzo Lucía Gómez fue magnífico, haciendo suya con naturalidad la vocalidad sutil e inquietante propuesta por Schoenberg. Pero tal y como se notó que el Ciklus había ensayado la obra de Schoenberg hasta el límite de sus fuerzas, y precisamente por eso, resultó obvio que las canciones de Mahler, y sobre todo el “Concierto” de Escudero, no estaban a la altura de una interpretación ideal. Me pregunto si no hubiera sido mejor probar con obras menos ambiciosas y tocarlas al mismo nivel que el “Pierrot”.

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