UgHari es la denominación común de un trío con piano y un cuarteto de cuerda independientes que comparten a dos de sus componentes, la violinista Amaia Asurmendi y el violonchelista Iván Siso. Ambos grupos se fundaron en el 2011 en las clases de Musikene y, a tenor de su biografía, parece que este de la Quincena Musical sea su primer recital.

Lo más curioso es que, según lo expresado en los medios, es probable que su historia como grupo se acabe tras el verano, pues sus componentes tienen la intención de viajar a diversos países a estudiar y ven difícil seguir tocando juntos. Y yo me pregunto, entonces, ¿qué pretendía ofrecernos la Quincena Musical con una propuesta como esta? El bolo absoluto, el grupo que solo existe para un concierto, el espejismo de algo que nunca llegará a consolidarse. Un concierto de fin de curso, sin la menor trascendencia.

Y es una pena, porque las interpretaciones de los UgHari fueron de lo mejor que se ha escuchado en el Ciclo de Jóvenes Intérpretes en los últimos años.

Un Debussy algo tosco al principio pero que luego fue imponiéndose con gran dominio estilístico, un Shostakovich expresado de forma sobresaliente en sus oscilaciones entre la duda y la furia, y un «Cuarteto en Fa mayor» de una precisión y musicalidad sorprendentemente maduras para tratarse de un conjunto de estudiantes.

Si supiera que tienen un futuro por delante me atrevería a decir que está lleno de potencial y que, si se esfuerzan, con toda seguridad se harán un hueco en el circuito profesional. Pero como tal futuro no existe, lo único que me puede generar el recuerdo de este concierto es frustración.