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CRíTICA Quincena Musical

El salto desde el conservatorio

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Mikel CHAMIZO

La preparación vocal de una cantante no termina al finalizar los estudios en el conservatorio. Son muchos los casos de cantantes consagrados que siguen frecuentando a sus profesores de técnica vocal durante toda su carrera. Por eso sería iluso pretender que la joven Teresa Albero, que acaba de licenciarse en Musikene hace un par de meses, vaya a tener ya la voz completamente en su sitio. Desde luego había aspectos de su técnica que llamaban la atención, como el brillo y proyección de los agudos o la robustez del timbre en las dinámicas más fuertes. Pero es también reseñable cierta dureza en la emisión en las zonas media y grave de su tesitura, y un control del vibrato algo problemático. Son cosas, sin duda, que se pueden corregir con el tesón que seguro no le falta a una joven que destacó por la madurez y soltura con que comunicó esta colección de canciones de Debussy y Granados, en las que saber decir y actuar es tan importante como saber cantar.

Albero mostró ductilidad para introducirse en los divergentes estados de ánimo de las majas que pueblan las «Tonadillas» de Granados, pero hizo lucir sobre todo las piezas más eufóricas del programa, como los «Paysages belges», de las «Ariettes Oubliées»; el «Callejeo» de las «Tonadillas» o el «Gracia mía» que cierra las «Canciones amatorias». A sus espaldas tuvo a Erik García, un pianista acompañante igualmente joven pero que realizó un trabajo excepcional, con la flexibilidad que requiere acompañar a una cantante pero mostrando también gran personalidad y carácter en los pasajes que pertenecen por derecho propio al pianista.

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