CRíTICA: «Historias de Shanghai»
China sigue estando lejos
Mikel INSAUSTI
Dicen que el cine es un lenguaje único que se sitúa por encima de las fronteras culturales, pero lo cierto es que incluso hoy en día cuesta comprender desde Occidente las intenciones del reverenciado cineasta chino Jia Zhang-ke cuando acepta el encargo oficial de realizar un documental con motivo de la celebración de la Expo Universal de Shanghai en el 2010. No hay noticias de que las autoridades hayan rechazado el trabajo entregado, por lo que es de suponer que todo está correcto. Ya no parece haber temor a la censura, que en una etapa anterior persiguió al autor de «Naturaleza muerta».
Puede que el mensaje que lanza al mundo «Historias de Shanghai» sea el de que en China ahora se puede hablar del pasado en voz alta, porque los testimonios recogidos en la película repasan lo ocurrido allí desde los años 30 hasta la actualidad, desde la ocupación japonesa a la reciente apertura, pasando por el nacionalismo totalitario de Chiang Kai-Shek y la revolución comunista de Mao. Y me reafirmo en esa idea porque la mayoría de los entrevistados son personas mayores que miran hacia el pasado a través de anécdotas de sus familias o conocidos, insistiendo principalmente en la salida hacia Hong Kong o Taiwan a partir de 1.949, mientras que los jóvenes y la perspectiva de futuro aparecen menos. Todos tienen nombre y apellido, en cuanto representativos de los sectores del arte, la empresa, la política o el sindicalismo. Pero fuera de aquel entorno la dificultad para identificar sus rostros es mucho mayor, y uno se pierde en declaraciones que nos acaban llegando en su coralidad de conjunto.
Para que no se diga que Jia Zhang-ke ha hecho un mero filme de entrevistas, entre charla y charla introduce imagenes de su musa Tao Zhao, que se limita a pasear sin rumbo por la ciudad. Además de aportar el sello del autor, la actriz está ahí a fin de certificar que «Historias de Shanghai» es un documental creativo. En la parte cinéfila sale Hou Hsiao-Hsien o un afectado por el rodaje non grato de Antonioni y su «Chung Kuo-Cina». Y se canta «I Wish I Knew», tema de un musical de George Seaton de los años 40.