Sudáfrica llora la muerte de los 34 mineros masacrados en Marikana
Sudáfrica rindió ayer un emotivo homenaje a los 34 trabajadores en huelga de la mina de platino de Marikana masacrados hace una semana por la Policía, en el episodio más sangriento vivido en el país desde el fin del apartheid, a principios de los 90. La actividad de la mina se detuvo ayer en memoria de los fallecidos, mientras el conflicto se extiende a otras explotaciones mineras del país. El exlíder juvenil del ANC instó a los mineros a «no rendirse nunca».
GARA | MARIKANA
Decenas de miles de sudafricanos participaron en la celebración religiosa en memoria de los 34 mineros en huelga muertos por disparos de la Policía hace una semana en Marikana. La mayoría de las minas de platino de la región dieron el día libre a sus trabajadores para que acudieran a la ceremonia de Marikana, el principal homenaje.
La celebración se desarrolló bajo una gran tienda blanca levantada cerca de la colina donde la Policía mató a 34 mineros e hirió a 78 más el pasado día 16.
En los días previos a estos hechos, otras diez personas, dos de ellos policías, murieron en el marco del conflicto que estalló el 10 de agosto. Unos 3.000 mineros de Marikana, una mina explotada por la compañía Lonmin, se pusieron en huelga para reclamar que se les triplicara el salario (de 400 a 1.250 euros).
El lugar quedó desbordado por el gran número de asistentes al acto, marcado por el dolor de los familiares de las víctimas y la indignación de sus compañeros, que siguen en huelga por trigésimo día consecutivo.
«Dios, ¿dónde estabas cuando nuestros hijos morían? Dios, ¿dónde estabas cuando no les pagaban los salarios que merecen?», preguntó el arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo, Thabo Makgoba, uno de los ofician- tes del servicio religioso de Marikana. «Nos dispararon, pero no buscamos venganza, debemos avanzar en la lucha por la reconciliación», agregó ante miles de personas, según recogió AFP.
La Policía se mantuvo a distancia. «No queremos ver a la policía hoy», dijo a AFP Nkosinathi, un minero de Lonmin que se negó a proporcionar su apellido por miedo a las represalias.
Líderes religiosos oficiaron los diferentes actos en diversas minas y ciudades del país, en los que el duelo se mezcló con los mensajes políticos.
«Nosotros trabajamos duro y los extranjeros (las compañías mineras) se llevan los beneficios», afirmó un sacerdote desde el escenario de Marikana.
A pesar de los llamamientos a no politizar la muerte de los mineros, la masacre se ha convertido en un juego político, con el Gobierno tratando de lavar su imagen tras las críticas recibidas por su gestión de la tragedia y sus adversarios intentando instrumentalizar la crisis social que ha desencadenado esta huelga.
«No nos vamos a retirar»
El pequeño sindicato AMCU, acusado de agitar las minas de platino de la región y convocante de la huelga, organizó su propia conmemoración por la mañana temprano con el apoyo de los «amigos de la ANCYL», la Liga Juvenil del ANC, cuyos principales dirigentes fueron excluidos o suspendidos hace algunos meses y que constituye una figura de oposición interna al partido gubernamental.
Tras la ceremonia, el exlíder de la ANCYL Julius Malema, acusado de utilizar esta tragedia para recuperarse tras su expulsión del ANC, instó a los mineros a «no rendirse nunca».
«No podéis confiar más que en vosotros mismos, debéis levantaros y no tener miedo a los cobardes», sostuvo.
«Las razones del Gobierno para no intervenir son que los beneficios deben continuar», dijo Malema, quien retomando su rol de líder de masas indignado subrayó que «no nos vamos a retirar, no nos vamos a rendir hasta que `umlungu' (hombre blanco, en zulú) nos dé nuestro dinero».
La huelga en Marikana ha evidenciado la fractura de un país que atesora enormes recursos, pero que apenas ha logrado reducir las desigualdades heredadas del apartheid.
Ayer se celebraron actos conmemorativos en Ciudad del Cabo, Johannesburgo y Umtata, cabecera comarcal de la región de Transkai (Cabo Oriental), de donde proceden la mayoría de los mineros de Marikana.
Mientras el país lloraba a sus muertos, las reivindicaciones de los huelguistas seguían en el aire.
Si bien la tragedia de Marikana llamó la atención sobre las precarias condiciones de vida de los mineros sudafricanos, los empresarios se preguntaban si el movimiento se extendería.
La mina de Marikana permaneció parada ayer en memoria de los fallecidos y para permitir que sus 28.000 trabajadores acudieran a la conmemoración.
Pese a esta «tregua», la situación continúa siendo tensa y el conflicto se extiende a otras minas. No lejos de Marikana, en la misma comarca, la mina Bafakeng está en huelga desde el miércoles, y los trabajadores de la empresa International Ferrometals se reunieron ayer para organizar una asamblea la próxima semana en otra mina. Los empleados de Angloamerican y Samancor también han mantenido asambleas en los últimos días en sus respectivas explotaciones.
El presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, que no acudió a las celebraciones en el poblado minero, anunció ayer la composición de la comisión judicial de investigación que deberá esclarecer la masacre del pasado jueves y la muerte de otras diez personas, entre ellos dos policías, al inicio de la huelga.