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Promesa de quien se sabe perdedor

El presidente del PP en la CAV, Antonio Basagoiti, hizo ayer una promesa: los autoproclamados «exiliados por ETA» votarán en las próximas elecciones municipales y forales, previstas para 2015. Y echando mano de la calculadora, el PP ha oficializado su número de 83.000 personas. Incluso dijo que hace de este burdo intento de trampear el censo electoral una «cuestión de principios». Basagoiti es un político que acostumbra a hacer propuestas extemporáneas -como la tristemente recordada del «cordón sanitario» contra cientos de miles de ciudadanos del pueblo abertzale de izquierdas- y que abusa de la hipérbole y el ruido mediático como recurso retórico. No debería olvidar, sin embargo, que ambos se dañan a sí mismos: el que promete demasiado y el que espera demasiado de sus promesas.

Si sigue con este tipo de propuestas, y más si quiere hacer de ellas un tema de campaña electoral, cabe preguntarse cuántos votos perderá el PP en este país de aquí a 2015. Mal, muy mal se tienen que ver para echar mano de esos imaginarios 83.000 votos adicionales, y hacer cálculos sobre cómo incidirían en una hipotética representación política e institucional futura. Es un recurso del que se sabe perdedor, una trampa flagrante que hará todo lo contrario a lo que pretende: su apoyo seguirá menguándose y su credibilidad, dañándose. Y una vez perdida esta, es muy difícil ya recuperarla.

Al líder del PP podría pedírsele que actúe, si puede, con menos frivolidad. Que deje a un lado las estridencias y los comportamientos pueriles para dirigirse a la ciudadanía del país con seriedad, en una conversación adulta. Que contribuya a no hacer de la política vasca un ejercicio tóxico donde el diálogo esté degradado. Manipular el censo de cara a las elecciones y a un futuro plebiscito sobre la independencia, y hacer de ello una promesa electoral lanzada a los cuatro vientos con un grotesco «¡que lo sepa todo el mundo!», retrata a Basagoiti. Su debilidad política y y estructural queda desnuda. Y amplifica la percepción social cada vez más extendida sobre su persona: si ese es el nivel que tiene, su problema, sencillamente, es que no tiene nivel.

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