Un otoño para la política real: solucionar problemas y no hacer problemas de las soluciones
Cuando el jueves se anunció durante toda la jornada que el ministro del Interior español iba a hacer una declaración relevante sobre el caso del preso Iosu Uribetxebarria, desde Euskal Herria se estimó que Jorge Fernández Díaz daría al fin un paso decisivo hacia la resolución del tema en parámetros de lógica humanitaria y política. Sin embargo, la rueda de prensa tuvo un desarrollo estrambótico, pero a la vez muy significativo: todo un ministro de Interior quedó sometido a una especie de interrogatorio parapolicial por parte de un entorno mediático empeñado en que Uribetxebarria muera en prisión o que, como propugna sin vergüenza alguna la presidenta de la AVT, salga solo un poco antes. Fernández debió de sentir que los cuervos que ha criado el PP ahora le sacan los ojos.
El caso de Uribetxebarria se ha convertido en un ejemplo de inhumanidad -y también de ilegalidad- que no tiene parangón alguno en Europa y que Laura Mintegi ha definido muy acertadamente como «la ley del Talión» aplicada en pleno siglo XXI y en esta parte del mundo. Haciendo un inciso, cabe preguntarse si quienes desde PP y PSOE, incluido Patxi López, se empeñaron hace un año en equiparar la matanza de Utoya con las acciones de ETA no tienen nada que decir ahora viendo cómo han gestionado aquel asunto las instituciones, la sociedad e incluso las víctimas noruegas y qué diferente resulta todo ello en el Estado español.
Es obvio que la venganza se configura ya como el «pensamiento único» en la derecha española para afrontar las consecuencias del conflicto en Euskal Herria. Ese estruendo interesado desatado en Madrid y que retumba ahora en los oídos del Gobierno del PP ha silenciado el mensaje del propio preso en la entrevista a GARA, que allanaba terreno a la reconciliación desde una posición de absoluta sinceridad: «A una víctima de ETA le diría que la falta de entendimiento mutuo no ayuda a nada, no es el camino. Les diría que dialogar sí ayuda, que hay unos mínimos en los que es posible ponerse de acuerdo y que tenemos que empezar por ahí, para hacer un camino cada vez más sólido. Cada uno con sus ideas, pero con respeto y con tolerancia, al menos hasta conseguir una convivencia». De Uribetxebarria han hablado mucho estos días, pero no le han oído, no le han querido oír.
Un pulso para reflexionar
Pero además de todo eso, la actuación del Gobierno del PP en este caso se ha convertido ya en un ejemplo de torpeza política y de desconexión con la realidad digno de estudio. Si la política es el medio de buscar soluciones a los problemas, será difícil encontrar otro caso en que se haya logrado justo lo contrario y a gran escala: convertir en problema enorme un caso pequeño en el que la solución estaba al alcance de la mano.
La suma de decisiones contradictorias está prolongando hasta la náusea un conflicto en el que -contrariamente a lo que sostiene el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, condicionado sin duda por su ansiedad por llegar a Ajuria Enea- es dudoso que el PP y la izquierda abertzale vayan a salir beneficiados. Quienes reivindican con todas las razones del mundo que es hora de acabar con esta política carcelaria se han visto abocados a una pelea ejemplar que se prolonga mucho más allá de lo previsible y de lo deseable. Una pelea que lógicamente tendrá que seguir hasta que se produzca la única solución posible, que Iosu Uribetxebarria vuelva a casa para pasar el final de su vida con los suyos. Luego será conveniente hacer balance y calibrar cuáles son los caminos más eficaces para que esa solución se extienda: al resto de los presos enfermos, cuya situación constituye toda una bomba de relojería; a los sometidos a la «doctrina Parot», que no solo cuentan ya con el respaldo de la mayoría social vasca, sino también de los tribunales europeos; a los dispersados; a los huidos...
El 21-O y el 26-S
Y la de las soluciones será también la clave de las elecciones al Parlamento de Gasteiz, fijadas al fin para el 21 de octubre. No hay que extenderse mucho para justificar que en la legislatura que acaba el Gobierno de Lakua ha sido irrelevante a todos los niveles. La realidad ha cambiado completamente de puertas para afuera, en lo que se refiere tanto al conflicto político como a la crisis económica, pero Patxi López nunca se ha enterado ni ha incidido en ninguno de estos dos terrenos, como si fuera consciente y coherente con la evidencia de que estaba ahí de carambola, lanzado al sillón de Ajuria Enea por el agujero negro de la ilegalización y con fecha de caducidad impresa. Tras corregirse la situación, todas las opciones competirán y solo hay una cosa segura: quien ofrezca soluciones a los problemas -y no problemas a las soluciones- tendrá casi todo ganado.
Entre medio, otra cita importante en este inicio de curso: la huelga general del 26 de setiembre. Un día para afrontar también con un afán de construcción de soluciones (léase alternativas) y no de enquistamiento de problemas (por muy evidente que sea que hay miles de motivos para una jornada, y más, de protesta callejera).