(Traducción: GARA)

(...) En su discurso público desde el balcón de la embajada de Ecuador, Assange trató de reforzar su imagen de llanerro solitario y de pionero de los nuevos medios de comunicación, no censurados y sorprendentemente francos. (...)

El presidente Putin debe tener igualmente poco entusiasmo sobre la «caza de brujas» contra Assange, dado que ambos, Wikileaks y Pussy Riot son víctimas de la persecución por parte de aquellos que no toleran disentir en un mundo lleno de injusticia y falto de libertad.(...)

Para mí la cuestión más interesante es que esta historia de Assange tiene muchas similitudes y paralelismos con las historias de otros individuos que, bajo diferentes circunstancias, se han visto rehenes de la política internacional desde la Guerra Fría hasta nuestros días.

He aquí una pregunta. Es comúnmente conocido que Londres es de facto la capital mundial de famosos solicitantes de asilo, desde líderes paquistaníes exiliados hasta oligarcas rusos como Boris Berezovsky (...).

Gran Bretaña ha rechazado sistemáticamente las peticiones de devolverlos a Moscú. Si Gran Bretaña nunca extradita a gente como esta, ¿por qué demuestra tolerancia zero con Assage? Toda esta historia se sustenta más sobre el notorio doble rasero de la política internacional que en las lagunas de la ley internacional.(...)

Déjenme citar también a Craig Murray, exembajador británico en Uzbekistán, que está intentando explicar por qué a la posición británica sobre Assange le falta desesperadamente credibilidad: «No se puede legislar en lo doméstico para excluirse del derecho internacional. Nos hace muy, muy estúpidos, porque ningún país da su apoyo a la interpretación del derecho internacional del ministro William Hague».

¿No es, acaso, lo mismo que hace Rusia?