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Txisko Fernández | Periodista

Inicio de curso con la lección aprendida

Aunque todavía quede mucho para que lleguemos al equinoccio de otoño, este verano ya nos ha dejado lecciones muy interesantes que conviene tener bien aprendidas en el inicio del nuevo curso en este país que ha iniciado un cambio profundo. Un cambio que ha comenzado por las raíces políticas y sociales -entendidas estas como elementos indisociables- y que paulatinamente irán aflorando por encima de la superficie, tanto en las relaciones socioeconómicas como en las institucionales e interpartidistas.

Ya ha quedado claro que en el conflicto político que enfrenta a Euskal Herria con el Estado español, la mayoría de la sociedad vasca no está dispuesta a seguir esperando que lleguen nuevos aires desde Madrid, por lo que los avances en el proceso se van a ir logrando desde la unilateralidad, que no hay que entender como soledad porque el espectro social que arropa estos movimientos es cada vez más plural, incluso del Ebro para abajo.

Es deseable que quienes controlan los resortes del poder en España se conviertan en agentes proactivos de la solución al conflicto. Pero si han decidido atrincherarse, habrá que indicarles que solo tienen dos opciones: permanecer en un callejón sin salida hasta que caigan derrotados de tanto darse contra el muro o avanzar hacia la resolución a través del diálogo entre diferentes.

Al mismo tiempo, este cambio radical que está germinando llevará a Euskal Herria hacia la soberanía, porque el Estado español ya no tiene legitimidad moral ni política para imponer sus directrices. Y resulta paradójico que el Gobierno de Patxi López haya enarbolado esas carencias para ofrecer la imagen de que Ajuria Enea es tanto un bastión del «autogobierno vasco» como una punta de lanza del PSOE contra los recortes de Mariano Rajoy.

Para evitar ese fraude institucional, al que se apunta el Gobierno de Yolanda Barcina con una posición rocacambolesca en la que combina el discurso de defensa del «autogobierno navarro» y la claudicación incondicional ante Madrid, es necesario mantener alto el pulso político y poner la vista más allá de la próxima cita electoral: las elecciones de la CAV. El objetivo no son los votos, sino plasmar el cambio ansiado por la mayoría de la gente. Y para ello hay que llegar con la lección aprendida.

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