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Octava etapa

Los ciclistas hacen grande la carrera

La igualdad de fuerzas y el carácter ofensivo de los primeros clasificados de la general hacen olvidar definitivamente las ausencias de la carrera. Alejandro Valverse se apuntó su segunda victoria de etapa en la inédita y explosiva ascensión a la Collada de la Gallina.

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Amaia U. LASAGABASTER

Puede que Bradley Wiggins, protagonista absoluto del curso ciclista, no estuviera en la línea de salida de Iruñea, que Cadel Evans o Vincenzo Nibali no estén peleando por añadir otra grande a su palmarés, que Mark Cavendish y André Greipel no muerdan en los sprints o que Peter Sagan no siga acumulando récords. Puede, igualmente, que el Tourmalet, el Stelvio, el Galibier o la Marmolada deban esperar al próximo año para volver a acongojar con sus pendientes kilométricas y sus sobrecogedores barrancos. Puede que estas semanas su lugar lo hayan ocupado otros corredores y otras carreteras. Pero eso no resta un ápice de interés a la Vuelta que, a cada jornada que pasa, se revela más apasionante.

Y es que, si como dice el tópico, son los ciclistas y no los recorridos los que endurecen una prueba, algo parecido sucede con los nombres. Que no son más que una serie de letras en una tarjeta de presentación, por mucho que esta incluya un currículum de quitar el hipo.

La motivación, el estado de forma, el carácter, la fortuna, e indudablemente la calidad de los cuatro hombres que, aparentemente, pelearán por vestir el maillot rojo en Madrid, han hecho olvidar esas letras que se enlazan para dar nombre a las ausencias. Se han unido al recorrido con el que, a base de explosividad, la ronda española intenta buscar su hueco. Sumando la igualdad de fuerzas que, hasta ahora, exhiben los primeros de la general y, sobre todo, la personalidad absolutamente ofensiva que les caracteriza, el aficionado lleva una semana disfrutando de lo lindo.

También ayer, cuando Joaquim Rodríguez -maillot rojo-, Alejandro Valverde -ganador de la etapa-, Alberto Contador -palmarés y motivación extra- y Chris Froome -líder con traje de gregario- protagonizaron un todos contra todos en el que ninguno se quedó sin probar.

Invitaba a ello la inédita Collada de la Gallina -el Santuario de Canolich, en realidad, cuatro kilómetros más abajo por cuestiones logísticas- que, en la línea de las etapas anteriores, concentraba toda la dureza de una jornada sin demasiado kilometraje en la ascensión final, de nuevo con algunas rampas memorables. Una filosofía, la de los recorridos de la Vuelta, que priva al espectador de la posibilidad de disfrutar con la gesta épica de algún valiente capaz de saltar a tres puertos y noventa kilómetros de meta -cosa que, por otra parte, es cada vez menos habitual, por muy prometedores que sean los trazados-, pero que a cambio asegura, al menos con estos corredores, el espectáculo en un puñado de kilómetros. Y que las diferencias se mantengan bajo mínimos, lo que a su vez sigue alimentando la ambición de los ciclistas de cara a próximas jornadas.

En ese sentido, la octava etapa de la Vuelta -174'7 kilómetros entre Lleida y la andorrana Collada de la Gallina- se desarrolló, para bien o para mal, tal y como cabía esperar. Es decir, con calentamiento previo a cargo de los meritorios y explosión final a cargo de los gallos. Con una primera hora de carrera en la que se superaron los 52 kilómetros, Ramírez Abeja, Cameron Meyer, Amael Moinard, Mickael Buffaz, Matijn Keizer y, por supuesto, Javier Aramendia, conformaron la fuga del día, que llegó a acumular una minutada, pero cuyo destino tumbó la locomotora de Sky.

Meyer, último superviviente de la escapada, era tragado por la maquinaria británica en las primeras rampas de La Gallina, a cuyo ritmo también fueron sucumbiendo los integrantes del pelotón, uno detrás de otro, hasta que volvieron a quedar en cabeza los de siempre.

Purito, descubridor de la ascensión, se movía nervioso, consciente de atraer todas las miradas por correr en casa. Valverde, con terreno perdido tras su caída camino de Ezcaray, fue el primero en atacar. Cazado el murciano, tomó su testigo Froome en el preciso instante en que la rampa se convertía en pared. Aguantaba Contador y sufría el líder, arropado por Moreno.

Ahogado el de Sky, llegó el turno del madrileño, más precavido hasta entonces que en las etapas anteriores. No le sirvió de nada. Porque de la nada, precisamente, aparecieron como tiros Purito y Valverde para poner fin a la batalla con un ajustado sprint en las narices de Contador. La muesca iba esta vez para el murciano, tercera en ocho días para Movistar. A quince segundos, y fuera de las bonificaciones, llegaba Froome. A 33, minimizando pérdidas tras ir de menos a más, Beñat Intxausti e Igor Antón.

INCOMBUSTIBLE

Al margen del póker de cabeza y el galgo Degenkolb, Javier Aramendia se ha convertido en el hombre con más presencia en carrera. Ocho etapas y cuatro escapadas para el de Caja Rural, que acumula 432 kilómetros en fuga.

Transición, descanso y cambio de tercio

La llegada a Barcelona, previsiblemente al sprint, dará carpetazo al primer tramo de la Vuelta, con algunas etapas apasionantes y un póker de candidatos al triunfo final.

Pero es posible que no sean todos los que están, ni estén todos los que son. Tras la jornada de descanso de mañana, la carrera entrará en una nueva fase, que incluye la única contrarreloj individual de esta edición, en la que Froome y Contador deberían superar claramente a Valverde y, sobre todo, Purito. Pero también las etapas de montaña serán diferentes: más largas y más duras, pueden abrir el abanico a ciclistas menos explosivos y más resistentes y la posibilidad de obtener, o perder, rentas más amplias. A.U.L.

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