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Jesús Valencia | Educador Social

¿Libertadores o mercenarios?

Occidente ya había parido, aunque fuera con fórceps, una oposición armada. La bautizó como «ejército sirio libre» (peligrosa semejanza con el «ejército libanés libre», rabiosamente sionista)

Me refiero al Ejército Sirio Libre (ESL) que combate al gobierno de Damasco. Descrito con semejantes calificativos, este grupo suscita adhesiones y hasta secretas complicidades. ¿Cómo no simpatizar con gentes audaces que arriesgan sus vidas para derrocar a tiranos? ¿No hizo algo semejante el mariscal navarro en su lucha desigual contra Fernando el usurpador? ¿O Fidel Castro asaltando el Moncada? ¿O el indomable Che de la quebrada de Yuro?

Errónea ecuación. Las bandas armadas que hoy asolan Siria poco tienen que ver con tantas luchadoras y luchadores generosos que han enriquecido la historia de la humanidad. Ni tan siquiera con los sectores populares que -sobrados de razones- se oponen a El Assad; cualquier gobierno que se perpetua en el poder termina acumulando una inevitable caparazón de nepotismos y abusos. El ESL tiene otros progenitores. El imperialismo utilizó la efervescencia social y religiosa para engendrar una «contra» que poco tiene de sirio y nada de libre. Quizá cabría homologarla con aquella otra «contra» que tanto debilitó a los sandinistas.

Hacía tiempo que los servicios secretos occidentales chapoteaban por Siria. Necesitaban de una oposición armada que controlase una parcelilla de territorio; la OTAN se encargaría de protegerlo como zona de exclusión aérea. El ESL instauró el emirato islamista de Baba Amro (la Bengazi siria) y sus combatientes fueron presentados como «revolucionarios». La intentona fracasó, pero Occidente ya había parido, aunque fuera con fórceps, una oposición armada. La bautizó como «ejército sirio libre» (peligrosa semejanza con el «ejército libanés libre», rabiosamente sionista). El mando de aquel ejército fantasmal recayó (¡cómo no!) en un militar norteamericano; su cuartel general se encuentra en Incirlik, la base aérea de la OTAN en Turquía.

Una avalancha de pertrechos bélicos atiborró desde el primer momento a los alzados. En los países fronterizos, Occidente les instaló campamentos; cuentan con asesores militares que los entrenan en diferentes métodos de lucha; disponen de armas de todo tipo y calibre; utilizan sofisticados equipos de comunicación. Tan bien abastecido contingente tenía un problema, según reconocían los padres de la criatura a finales de 2011: el personal escaseaba. Así comenzó la masiva entresaca de mercenarios. A los primeros alistados -opositores sirios y cuerpos de élite occidentales- se les fueron uniendo islamistas exaltados de todos los alrededores: colaboradores occidentales en la invasión de Libia e Irak, combatientes de Al Qaeda trasladados con fondos de la ONU, saboteadores jordanos, saudíes y cataríes... así hasta 12.000 fanáticos. Aterrorizan a la población y combaten con la misma incontinencia la democracia, el laicismo y el socialismo.

La condición mercenaria de estos grupos paramilitares es pública. En abril se reunió en Estambul la Conferencia de Amigos de Siria. USA, Francia, Reino Unido, Israel, Turquía... se comprometieron a seguir armando a estos escuadrones de la muerte. Arabia Saudí y Qatar, además, les pagarían jugosas nóminas y pluses de peligrosidad.

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