Txema Ramírez de la Piscina Profesor de Periodismo en la UPV/EHU
Predicar con el ejemplo
Las noticias se suceden a ritmo trepidante: recortes, rescates, primas de riesgo... engrosan una diabólica noria sin fin. No hay tiempo para pensar. ¿Quién habló de pensamiento crítico?Tierra de hielo y fuego; y últimamente, también, referencia informativa (al menos para algunos). Islandia.
El pasado 20 de enero el conocido artista Santiago Sierra inauguró su obra «First Monument to Civil Disobedience» (primer monumento a la desobediencia civil) frente al Parlamento de Reykjavick. En la placa informativa que acompaña a la obra aparece en islandés e inglés la siguiente inscripción: «Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes». La cita está extraída de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793 que posteriormente fue incluida en la Constitución francesa del mismo año. Corrían aires de revolución francesa. Tres años antes de que se colocara la escultura, la Policía islandesa reprimía violentamente en ese mismo lugar una pacífica protesta ciudadana que exigía responsabilidades a políticos y banqueros por el caos financiero. Aquella protesta marcó el inicio de los posteriores cambios políticos y sociales vividos en este país nórdico. Fue la cuña de fuego que inició el deshielo.
Durante los últimos tres años todos y todas, en mayor o menos medida, hemos sufrido las consecuencias de la crisis financiera. La presente reflexión censura la actitud cómplice demostrada por la mayoría de los grandes medios de difusión y por la clase intelectual ante este mega-acontecimiento informativo que nos invade.
Las noticias se suceden a ritmo trepidante: rescates, recortes, primas de riesgo, bancos malos, decisiones del Banco Central Europeo... engrasan una diabólica noria sin fin. No hay tiempo para pensar. ¿Quién habló de pensamiento crítico? Hay que tomar decisiones al momento. Poco importa que los datos de hoy contradigan los de la semana pasada o que el Gobierno haga justamente lo contrario de lo que decía hace tan solo seis meses. Lo justifican: «Ha cambiado la situación». Los denominados expertos lubrifican a diario con sus análisis el pensamiento neoliberal; aportan al producto el imprescindible barniz que precisa antes de su exposición al gran público: «No se puede hacer otra cosa». Prensa, radio, televisión y medios electrónicos repiten por activa y por pasiva el mismo mensaje: «Tenéis que aceptar el Apocalipsis. Habéis sido ciudadanos irresponsables viviendo durante años por encima de vuestras posibilidades. Sabemos que lo que os estamos pidiendo es duro, pero no queda otro remedio: jodeos». La ciudadanía entra en estado de shock. El pánico, el miedo y la impotencia se generalizan: «¿Para qué hacer huelga?». La cuadratura del círculo aparece como algo posible... Sin embargo, alternativas, existen, por supuesto que sí. El problema es que las ocultan miserablemente.
Uno de los deberes más sagrados de todo medio de comunicación y por ende de todo y toda buena periodista es situar el acontecimiento en su contexto. Antes de realizar un diagnóstico, es preciso indagar en los antecedentes del hecho, averiguar qué o quiénes son sus causantes, aproximarse a otros países en similares circunstancias, mirar al futuro y plantear un pronóstico... No se trata de ninguna revolución informativa. Es simple y llanamente periodismo de calidad. ¿Encuentran algo similar en el cansino mensaje dominante hoy en día en los grandes medios de comunicación?
Durante los últimos tres años estamos asistiendo a una supresión sistemática y criminal del pensamiento crítico en los medios. Aprovechando el filón de la crisis han desaparecido voces y plumas críticas relevantes. Se han jubilado o, han cambiado de puesto de trabajo (cuando lo mantienen, claro). El principal responsable de la crisis -esa banda llamada banca- está adquiriendo cada vez más poder en los medios de comunicación, sin que nadie diga nada, alce su voz o denuncie semejante atentado a la libertad de expresión.
Mientras tanto se adelgazan las noticias (pasar de 20 segundos es un anatema en televisión), se mezclan los formatos y la frivolidad campea a sus anchas. Y si es preciso... se viste a las presentadoras como si fueran de fiesta, luciendo pecho firme y excelente presencia. El talento pasa a ser algo secundario. Rosa María Calaf, periodista de acreditada experiencia, se ha mostrado muy crítica respecto a la evolución que está teniendo la mujer en televisión: «Lo que se vende es la imagen, no el talento, y así se va llenando la pantalla de clones, porque todas son de un mismo estándar; mujeres que tienen que entrar en esta dinámica de ir vestidas como si fueran a la discoteca».
El pensamiento crítico, autónomo no llega por inspiración divina. Cuesta. Hay que cultivarlo. Exige tiempo y esfuerzo personal: buscar otras fuentes, contrastar las informaciones; de- dicar parte de nuestro tiempo libre a esa tarea. Es mucho más fácil sentarse en el sofá y dejarse llevar, cumplir con el rito diario de las noticias y acostarse aparentemente informado. Es pensamiento atribuido a Tucícides: «Se tiene que escoger entre ser libre o descansar». Sería absurdo pensar que los medios de comunicación vayan a dar las revueltas populares en horario de máxima audiencia.
Mientras el Parlamento de Reykjavick homenajea la desobediencia civil, en los nuestros se glorifica la sumisión; perdón, quería decir la «paz social». ¿Qué hace falta para despertar? La revuelta social e intelectual empieza por uno mismo. Se predica con el ejemplo.