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Dylan publica «tempest», el álbum situado en la cima de su carrera

«Una voz áspera, lijas...» , así van definiendo distintos medios de comunicación la voz de Dylan. Un instrumentista puede disimular sus carencias propias de la edad o incluso aparcarlas sumando técnica, un nuevo sonido o un elocuente cambio de estilo. Un vocalista se enfrenta, salvo efectos, desnudo ante el micro.

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Aunque en el estudio pueda mejorar las cosas gracias a la electrónica y la informática, la voz no es un instrumento común. En el caso de Dylan, todo parece sugerir que el daño no lleva arreglo y que el estudio de grabación ni siquiera puede disimular la voz de un can con la cola pillada por una puerta.

Quienes hace unas semanas tuvieron la deferencia de poder escuchar en sesión privada el nuevo disco de Bob Dylan, «Tempest», corporaciones como «Rolling Stone» o «Uncut», le han otorgado un 10, que puede ser una verdad sentimental o una verdad derivada del «agradecimiento» por haber sido elegidos para juzgar (los primeros y en exclusiva) la obra de uno de los artistas más transcendentes de la historia de la música moderna.

La canción que da título al disco, dedicada a la versión que James Cameron realizó sobre el «Titanic» (incluso hay un guiño a Leonardo di Caprio en la letra, Dylan menciona su nombre, «Sí, Leo»), dura catorce minutos. Minutaje curioso a primera vista, intrigante: qué cantará, cómo será, para qué tantos minutos... No obstante, el gran hijo de Duluth, Minnesota, ya dio una pista en «Highlands» con sus casi 17 minutos, entre otras.

En el corte «Tempest», Dylan utiliza una estructura cercana al vals y al country, una fusión natural y con origen en el folk irlandés de taberna, quizá también porque en Belfast se construyó el transatlántico RMS (Royal Mail Steamship) Titanic o, simplemente, porque la música irlandesa es parte del folk vaquero de Estados Unidos. Al respecto de lo que ocurre dentro de ese cuarto de hora: quizá largos desarrollos guitarreros, de órgano, de ritmo a galope, el «viaje»..., se encontrará con una sencilla base rítmica, un poco de acordeón y el fiddel (violín) tirando de todo. El resto es una enorme y desmedida perorata de Dylan que narra, con su épica y sentido literario, hechos y sentimientos: «El prójimo se alzó contra su prójimo/ Combatieron, matándose entre sí».

En realidad hay que ser muy de Dylan para sellar el pasaporte de esta canción: 45 versos, cada uno de cuatro líneas. En la primera apura su voz en línea ascendente (lo que ahora le dan de sí sus cuerdas vocales, que no es mucho), en la siguiente decae, en la tercera se mantiene y en la última bucea aún más. Y así una y otra vez, una y otra vez... sin coros, sin estribillos, sin aportes instrumentales. ¿Atrevido, genio? No, sólo una floja idea musical mal desarrollada, probablemente por producirse a sí mismo. Los músicos, como ocurre con el resto del disco, podrían tocarla con una mano mientras, con la otra, se meten un marmitako de concurso. Bien está, escuchar el relato y oír lo que Dylan cuenta (siempre con buenos recursos literarios), pero descubierto el asunto, una segunda o una tercera escucha esparcen una pereza que ni el Koala en su mejor siesta soportaría. Además, bien parece que Zimmerman se «inspiró» en una canción de The Carter Family que trataba sobre el «Titanic», pero, previamente, otro soldado del folk, el desconocido Richard Rabbit Brown ya cantó su «Sinking of the Titanic» allá por los años 20. Dylan conoce la breve obra conservada de Brown, del que versionó «James Alley blues». Escuchadas las dos arcanas piezas, todo sugiere que ambas influyeron decisivamente en la canción «Tempest».

«Tin angel» es la canción previa a «Tempest», dura 9 minutos. Se arrastra al estilo Tom Waits y huele, como buena parte del disco, a Nueva Orleans. Es la historia de un hombre en busca del amor perdido. Si el oyente se deja llevar por la cadencia, pasa por uno de los cortes destacables.

Tras «Tempest» el disco concluye con «Roll on John», letra dedicada a Lennon y donde masca, entre otras aristas, lo que tuvo que ser el momento final, los segundos al lado de la muerte, del héroe de Liverpool. Melódicamente es una de las mejores canciones del disco junto con «Long and wasted years».

«Duquesne whistle» es una entretenida canción, aún más hundida entre las calles y los diques de Nueva Orleans. Es el single y el clip que puede verse en youtube. Representa el deseo de Robert Allen por recuperar las raíces más profundas del folk y el blues. Instrumentalmente daba para más.

«Early roman kings» es otro de los momentos estúpidos del álbum. Lo firma Dylan, pero pertenece al blues en general o, si acaso, por entero a Muddy Waters. El ritmo se ha troceado tantas veces que resulta inaudito que aún haya un músico que pise de nuevo por esos acordes.

De balada se va Dylan con «Soon after midnight», agradable. En «Pay in blood» dice que paga con sangre, pero que no es la suya. El corte es de lo menos apreciable del disco y el más rockero.

«Scarle town» es otra buena canción, con poso folk (en este álbum el folk suena mejor que el blues), sencilla, pero iluminada. Se puede caer en la pesadez al respecto, pero nuevamente es la voz de Dylan la que resta.

«Tempest» es cuestionable. Las composiciones son precarias y sobadas, la voz de Dylan, desagradable. Las melodías vocales escasean (incapacidad), no existe producción; o sí, la del propio Dylan. Algunos comentaristas se refieren por momentos a Louis Armstrong o Tom Waits. Pero lo de Dylan, al margen de copias y a su edad, es otra cosa más turbia, algo propio de la grave decadencia natural de sus cuerdas vocales y la incesante mirada a las raíces de la música estadounidense. El 10 que le otorga el editor de «Uncut», una de las revistas mensuales de mayor categoría y prestigio, cuestiona la honradez del periodismo musical. Por otra parte, un tejido de medios (de personas, al fin y al cabo) parece que, de alguna manera, están llamando tonto o ignorante a quien discrepe de la máxima nota. La web Musikalia escribe: »Es pronto [¿cuándo será el momento?] para tirarse a la piscina, pero «Tempest»no es un nuevo disco de Dylan, sino que se trata de EL DISCO (sic) con el que se recordará su legado en este presente siglo haciendo de su obra una materia de obligada enseñanza en los colegios».

Desconozco si existe la verdad absoluta, si dos más dos son cuatro por lógica irrefutable o por acuerdo de partes. Desconozco si la verdad es subjetiva u objetiva, relativa o absoluta. Aristóteles proponía: «Decir de lo que es que no es, o que no es que es, es lo falso; decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero» y, servidor, que con eso ya tiene para todo el día, no se atreve a darle, con su verdad, más de un siete a este «Tempest». Y mientras suena una vez más, también se podría pensar en las verdades de hecho y las de la razón. Con todo, y por mucho que busque la luz, aquí no hay interruptor. Váyase, señor Robert Allen Zimmerman con un siete, aunque un rayo me parta en diez mil trozos de oscuridad.

Pablo CABEZA

Las claves del disco

Grabación

El álbum fue grabado con la ayuda de los músicos habituales en sus recientes giras. Se utilizaron los estudios Groove Master de Santa Mónica (California), propiedad del músico Jackson Browne.

fecha

«Tempest» marca el 50 aniversario de su debut discográfico en 1962 con «Bob Dylan» y suma su pieza 35.

Sale a la venta el martes 11 de setiembre tanto en compacto como en vinilo y por descarga digital.

portada

La portada de «Tempest» muestra una imagen de una de las esculturas de la fuente dedicada a la diosa griega Atenea. Localizada frente al Parlamento de Austria, en Viena. La estatua fue tallada por el escultorCarl_Kundmann entre 1893 y 1902, influida por el «Éxtasis de Santa Teresa» de Gian Lorenzo Bernini y basada en los planos originales del arquitecto Theophil Hansens.

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