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CRíTICA: «Sólo es el principio»

Todos nacemos filósofos

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La mayoría del cine pedagógico que se hace hoy en día es francófono. Películas como «La clase» de Laurent Cantet o «Profesor Lazhar» de Philippe Falardeau han ayudado a replantear el debate sobre el sistema educativo, aunque Bertrand Tavernier fue más lejos en su día cuando en «Hoy empieza todo» lanzó la pregunta primordial de cómo se puede enseñar a leer y escribir a niños y niñas que no tienen socialmente sus necesidades básicas cubiertas. Por su parte, Nicolas Philibert reivindicó la figura del maestro rural y su dedicación a todos los cursos en una única escuela. Ahora, Pierre Barougier y Jean-Pierre Pozzi dan otro paso adelante, al revolucionar el preescolar con un taller de filosofía experimental para un precoz alumnado de entre tres y cuatro años.

La idea del documental la tuvo la guionista y productora Cilvy Aupin a partir de las innovadoras teorías del filósofo Michel Onfray, impulsor de la «ateología» y el «capitalismo libertario», quien sostiene que todos nacemos filósofos, pero que sólo unos pocos continúan siéndolo de mayores. De tal premisa surge el minitaller de filosofía mostrado en «Sólo es el principio», y que se desarrolla en el colegio Jacques Prevert, en Le Mée-Sur-Seine (Seine-et-Marne). La maestra Pascaline reúne a su grupo de niños y niñas, sentados en el suelo formando un círculo alrededor de una vela encendida. De esta manera se crea una ambiente grupal, dentro del cual se pueden intercambiar impresiones con total libertad. La espontaneidad con que se expresan genera momentos muy sorprendentes y llenos de ingenio, junto a otros puramente absurdos. Son reacciones que recuerdan al programa televisivo «Juego de niños», en el que nunca se sabía hasta que punto las criaturas improvisaban llevados por su intuición o se limitaban a repetir frases oídas a sus padres o hermanos mayores.

Más allá de lo anecdótico, «Sólo es el principio» proporciona material para un interesante debate sobre la necesidad de desprenderse del conocimiento oficial, empezando desde la más tierna edad. Es la única manera de que las personas en proceso de desarrollo puedan tener ideas propias y no aprendidas.

 

 

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