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Diplomacia, sentido com�n y liderazgo frente a escaladas, intereses particulares y crueldad

Por definici�n, las escaladas (b�licas, dial�cticas...) resultan dif�ciles de controlar; por su propia naturaleza contienen elementos irracionales y tienden a retroalimentar las posturas menos constructivas, avanzan r�pidamente y generan crisis e incertidumbre entre quienes asisten a ellas y, de un modo u otro, est�n implicados en sus consecuencias. Sobre todo porque se sienten impotentes ante el devenir de esa sucesi�n de reacciones negativas.

El de Iosu Uribetxebarria es un caso t�pico de este tipo de crisis. Para empezar porque el caso es tristemente sencillo: un preso tiene una enfermedad terminal y pide que se le aplique una ley promulgada por el Estado que lo mantiene cautivo. Una ley cuya letra y esp�ritu son di�fanos, que ya ha sido aplicada con anterioridad y entra de pleno en las condiciones objetivas del caso. Di�fanos como la petici�n de Uribetxebarria: poder morir con dignidad y rodeado de los suyos. Un caso sin soluci�n y, por lo tanto, sin problema aparente. Un caso tan sencillo y claro desde un principio que el ministro de Interior espa�ol tuvo que advertir a sus huestes de que podr�an caer en prevaricaci�n de no atender a la petici�n de libertad del preso arrasatearra. Ante una situaci�n as�, un poco de sentido com�n y diplomacia habr�an bastado para lograr un desenlace feliz (siempre dentro de la tragedia que conlleva una enfermedad como el c�ncer y, esta vez, su previsible final).

Frente a esa v�a diplom�tica, pronto comenz� un camino en el que los desprop�sitos y la crueldad adquirieron protagonismo de primer orden. No cabe ocultar, no obstante, que tras esos desprop�sitos y esa crueldad existe una agenda que tiene como m�ximo objetivo entorpecer y bloquear el proceso pol�tico abierto en Euskal Herria. Y en consecuencia, la paz. Se re�nen en torno a esa agenda los denominados secur�cratas, quienes mantienen intereses particulares en el escenario anterior y alg�n que otro cretino e inconsciente. Pero no cabe menospreciarlos, puesto que han demostrado tener capacidad suficiente para generar una escalada que ha terminado por distorsionar algo tan sencillo que no tiene otra soluci�n que la liberaci�n del preso pol�tico vasco. Y han logrado enquistar y atrasar esa decisi�n, con todo el sufrimiento a�adido que conlleva. Es un pulso en el que nadie con alguna responsabilidad pol�tica puede ganar: porque liberar a un preso enfermo no es una derrota y porque traer a casa a un preso para que pueda morir en paz no es una victoria. Lo cual indica que no es un casus belli -con la l�gica excepci�n del que quiere mantener el esquema de guerra-, sino un problema que hay que resolver lo antes y m�s f�cilmente posible. Como ya se ha dicho, �sencillo�.

Liderazgo y m�s pasos dentro de la estrategia

El comunicado del EPPK anunciando que concluye la protesta puesta en marcha despu�s de que Uribetxebarria se viese forzado a emprender una huelga de hambre, advirtiendo de que no se debe �caer en la trampa� y subrayando que lo importante es el proceso que se ha reforzado tras la Declaraci�n de Aiete, es un ejemplo de cordura y liderazgo. Este paso entra adem�s de lleno en la l�gica de la unilateralidad, quebrando la escalada y el pulso que ha provocado el Estado. Se rompe tambi�n as� la tentaci�n, el automatismo que empuja, consecuencia de un esquema de muchos a�os, a entender cada paso en t�rminos de bilateralidad. Mientras el Gobierno, la judicatura y los medios de comunicaci�n espa�oles siguen enzarzados en disputas internas y debates entre procedimentales y s�dicos, en Euskal Herria la urgencia de que Uribetxebarria sea liberado es compartida por una gran mayor�a social. Y en este complicado camino se ha logrado activar a esa opini�n p�blica. La sociedad vasca es la primera destinataria del mensaje de quienes piden justicia, dignidad, democracia y paz en este pa�s.

Es cierto que ni los responsables vascos del PSOE ni el PNV, que antes de tener un caso real encima de la mesa defend�an la necesidad de que los presos enfermos fuesen liberados, han movido un dedo al respecto. Es m�s, han matizado su opiniones sobre esta cuesti�n y han acatado mandatos claramente injustos, como la prohibici�n de marchas pac�ficas. Pero tambi�n es cierto que, a nada que sientan la presi�n de la opini�n p�blica y de sus propias bases, esa postura resulta insostenible.

Ayer mismo Herrira anunciaba que realizar� una ronda de contactos con europarlamentarios. Esa es otra de las claves: generar en el contexto europeo e internacional un estado de opini�n acorde con la realidad de los derechos humanos en Euskal Herria. Una situaci�n ins�lita en Europa, consecuencia de un estado de excepci�n que, en el escenario abierto con la Declaraci�n de Aiete y las decisiones de ETA y el conjunto de la izquierda abertzale, resulta incomprensible para cualquier observador con un m�nimo de rigor democr�tico. La diplomacia es, no hay que olvidarlo, otra forma de lucha.

En este contexto, el Gobierno espa�ol intenta negar paralelismos entre las negociaciones entre las FARC y el Gobierno colombiano y el conflicto vasco. A nada que el Gobierno de Santos act�e con inteligencia y el espa�ol persista en su cerraz�n, lo que va a quedar en evidencia es la necedad pol�tica del PP. Tambi�n en este �mbito.

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