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La iniciativa para rodear el congreso el 25-S ultima su estrategia en medio de debates internos

Primero fueron sospechas sobre supuesto ultraderechismo oculto. Una vez despejadas, llegó el turno al debate. La iniciativa para rodear el Congreso español el próximo 25 de setiembre avanza. Para sus convocantes, poner el debate sobre la mesa constituye ya un éxito a la espera de comprobar su capacidad de movilización.

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Rodear u ocupar. Sentarse o dejar pasar a los diputados. Quedarse sine die o levantar el campamento. Estos son algunos de los debates que están definiendo la protesta convocada para el próximo 25 de setiembre en las inmediaciones del Congreso español. Comenzó como un accidentado llamamiento a través de un comunicado lanzado por la plataforma «En Pie», pero ya ha trascendido a buena parte de los movimientos sociales. También ha llegado a condicionar la posición de los dos grandes partidos españoles, que han saltado en tromba para deslegitimar la movilización. El camino, corto, ha estado plagado de visicitudes. Aunque la verdadera incógnita está en saber a cuánta gente lograrán convocar.

«No somos de ultraderecha ni pretendemos asaltar el Congreso con kalashnikovs». Uno de los miembros de la plataforma explicaba así a GARA las dudas surgidas en un primer momento. Entonces, cuando apenas se conocía nada más allá de un documento, hubo voces que quisieron ver la larga mano de los ultras detrás de la convocatoria. El apoyo expresado por Enrique de Diego, fundador de Intereconomía, no ayudó a ubicar la protesta. «No podemos controlar esos oportunismos», señalaban entonces desde «En Pie», recordando que ya en tiempos de la acampada de Sol, el ultraderechista Ricardo Sáez de Ynestrillas intentó arrimarse a los «indignados». Sobre la actual protesta, sus convocantes son tajantes: «En cuanto lean el manifiesto se les quitarán las ganas de apoyarnos», sentencian. Otra de las sospechas, que alimentaba la primera, radica en la supuesta tendencia «antipolítica» que ciertos grupos habían detectado. Desde «En Pie» se niega tajantemente. «No estamos contra la política ni contra los sindicatos, aunque sí que cuestionamos el papel de las dos formaciones mayoritarias y de las grandes centrales», aclaran.

Una vez despejadas estas primeras dudas, la convocatoria pasó al terreno de la discusión asamblearia. Y esto también ha tenido su miga. Tras dos encuentros se constituyó una coordinadora que agrupaba a diferentes actores, muchos de ellos procedentes del 15M. Aquí volvió a dibujarse la movilización, entrando también en los eternos debates onomásticos que preceden a la discusión de fondo. Según fuentes presentes en ambos grupos, la división se basaba en dos puntos. El primero, sobre el nombre. Por una parte, la plataforma defendía el original «Ocupa el Congreso». Una nomenclatura que no gustaba a ciertos sectores de la coordinadora, que defendían una terminología «más inclusiva». Finalmente, la denominación escogida fue «Rescata el Congreso».

La segunda cuestión va más allá. Se debate sobre el propio carácter de la protesta. Es decir, hasta cuándo quedarse. Desde «En Pie» se envió un comunicado donde se apostaba por mantenerse fieles a la convocatoria original. Esto es, acampar indefinidamente hasta la disolución de las Cortes y la apertura de un proceso constituyente. Palabras mayores para el resto, que asumen la imposibilidad de montar las tiendas y permanecer ahí hasta tumbar el entramado institucional. Entre medio, voces interesadas que «han intentado descafeinar» la iniciativa, según alertan desde ambos grupos.

«Uno de los objetivos ya se ha cumplido. Se ha generado un debate que va más allá del sometimiento de parte de la clase política a los mercados. Hablamos del modelo productivo, de cuestionar las bases del sistema. Este no es un Estado social, ni democrático ni de derecho», indica una persona activa en ambos movimientos. Durante los últimos días, las discusiones se complementan con encuentros para aprender de experiencias pasadas. Como el intento de rodear el Parlament de Catalunya. Prefieren no entrar en expectativas de manifestantes, aunque sí que calculan que «varios miles» secundarán la protesta. Las tres semanas que faltan y la inminencia del rescate, con nuevos hachazos sociales, podrían terminar de convertir las inmediaciones del Congreso en la plaza Syntagma del Estado español.

Alberto PRADILLA

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Es el número que dijo la delegada del Gobierno que tiene identificadas por manifestarse

El gobierno lo tilda de golpismo y Ferráz lo cuestiona a través de Twitter

La delegada del Gobierno español en Madrid, Cristina Cifuentes, ya ha calificado de «golpismo» la protesta. Sin entrar a valorar la paradoja de que sea un miembro del PP quien agite el fantasma del golpe de Estado, esto evidencia el nerviosismo que se percibe en las filas de la derecha española. Algo que también puede comprobarse con el blindaje del Congreso, rodeado de vallas y antidisturbios desde principios de verano. Tampoco se ve cómodo al PSOE. Algunos de sus diputados, como Odón Elorza, han dedicado horas enteras a cuestionar la iniciativa a través de su cuenta de Twitter. Por el momento, solo algunas voces de IU, como Gaspar Llamazares o Manuel Sánchez Gordillo, han mostrado simpatía. Aunque no es la posición oficial de la coalición. A.P.

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