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CRíTICA: «Eternamente comprometidos»

Suenan campanas de boda con eco, eco, eco...

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El actual rey de la comedia de Hollywood es Judd Apatow, mientras no surja otro John Hughes, quien le precedió en el trono durante la década de los 80 y que es capaz de desbancarle. Apatow ha impuesto un nuevo estilo de comedia más dramática, que desarrolla personajes y situaciones sobre diálogos improvisados sin aparente límite de tiempo, lo que suele dar lugar a unos resultados irregulares dependiendo de la distinta inspiración de cada proyecto, así como de la paciencia del espectador. Lo que no ha cambiado Apatow con respecto al trabajo de otros colegas es la obsesión por la inmadurez como tema recurrente, que vuelve a estar en el trasfondo de «Eternamente comprometidos».

Por algo Apatow trabaja con el tándem creativo que forman Nicholas Stoller y Jason Segel, cuyo mayor logro hasta la fecha, y no por casualidad, ha sido el guión de «The Muppets», en el que volcaron toda su pasión por la infancia recuperada. Si, por ejemplo, lo que ambos proponían en clave más gamberra en «Paso de ti» tenía un tono irreverente, se debía a que les guiaba un impulso juvenil. En cambio, para «Eternamente comprometidos» adoptan un discurso más convencional, al trabajar sobre la idea del compromiso en cuanto vía de acceso a la vida adulta.

Las más de dos horas que suelen durar las producciones de Apatow le vienen que ni pintadas a la película, que encuentra en el argumento la excusa perfecta para alargarse, porque la pareja protagónica va posponiendo su boda de manera indefinida desde el día en que se comprometen. Siempre hay motivos para el aplazamiento, ya sean laborales, familiares o personales. Al principio ellos y su entorno se lo toman a broma, pero según pasa el tiempo la situación se agrava y se va poniendo seria, cundiendo la alarma con el fallecimiento paulatino de los abuelos que ya nunca podrán asistir al enlace.

Jason Segel y Emily Blunt, dadas las adversas circunstancias que les impiden estar juntos, abordan sus caracterizaciones en clave tragicómica, por cuanto se ven obligados a ceder la comicidad pura a un tercer personaje, el amigo gracioso interpretado por Chris Pratt, quien parodia al almodovariano Caetano Veloso del número musical de «Cucurrucucú paloma».

 

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