Raimundo Fitero
Huele
Los medidores de audiencia, cuando se hila muy fino y se analizan bien las lecturas, dan respuestas a unas preguntas no formuladas. Por eso, cuando se comprueba que es el espacio que llamamos genéricamente «el tiempo» lo más visto en casi toda las cadenas y canales, nos dice que esos mapas con nubes, soles, isobaras y demás jerga interesan a la población. Se trata de un servicio público que se ha desgajado de los cuerpos de los noticiarios, pero que son esenciales. Y entonces uno se pregunta, ¿qué buscamos al ver la predicción del tiempo? Y hay muchas teorías. La que tiene un fundamento seudoantropológico nos indica que todavía tenemos reflejos de nuestros ancestros rurales y campesinos.
Pero quizás se debe a que el resto de opciones son puro entretenimiento y los metereológicos, además de ser amenos, nos colocan ante unos hechos, unos datos y nos dan unas pistas para mañana o pasado mañana. El resto nos aturde, nos manipula, nos lleva a lugares deshabitados de credenciales y sin ningún rastro de objetividad. Solamente sabemos que vuelve el No-Do en colores y se llaman telediarios de TVE y todos sus programas adyacentes. Lo sabemos también por los hechos y por los proyectos. Y nos encontramos ante la involución absoluta, el nepotismo, la impostura. El desembarco de los más ultras es un dato.
En las tertulias de las mañanas de TVE han ido desapareciendo los tertulianos más o menos de centro o centro izquierda, para crear un coro celestial de cuervos disfrazados de gaviotas. El último fichaje es, además, escandaloso, porque se trata de la santa esposa del terrorífico ministro Wert, y es nada menos que la tan conocida ciudadana vasca Edurne Uriarte, que salta de la caverna de la TDT a la primera estatal de manera estelar. Transmite odio en su mirada. Pero lo que es de risa es que TVE está preparando, para La 2 nada menos, un programa semanal con las actividades del monarca. Una acción de limpieza de imagen, asquerosa, insultante. Será de audiencia ínfima, pero se malgastarán unos dineros públicos para un imposible: que alguien dude de que el suegro de Urdangarin es prescindible. Por cierto, Anne Igartiburu está cosechando unas audiencia pésimas. Huele a oxidada.