El Gobierno de EEUU envió dos buques de guerra a las costas de Libia tras el ataque a su consulado en Bengasi, en el que murieron el embajador Christopher Stevens, el diplomático Sean Smith y otras dos personas que algunas fuentes identificaron como marines. Los dos destructores de la Armada, equipados con misiles de crucero, según un alto funcionario militar citado por la cadena CNN, se sumarán a unos 50 marines de la Florta del Equipo de Seguridad Antiterrorista (FAST), que partieron el miércoles hacia Trípoli para reforzar la seguridad de las sedes diplomáticas de EEUU en el país norteafricano.

Además, Washington utilizará en Libia aviones no tripulados (drones), los mismos que causan decenas de muertes entre la población civil afgana y paquistaní en el marco de su lucha contra la insurgencia talibán a uno y otro lado de la frontera, para localizar campamentos de «extremistas» en el este del país y otros objetivos que pudieran estar vinculados con el ataque del martes contra el consulado de Bengasi. Los drones serán enviados lo antes posible a Libia, confirmaron funcionarios estadounidenses.

Detrás de los asaltos a las instalaciones diplomáticas estadounidenses en Bengasi y El Cairo está la película «La Inocencia de los Musulmanes», que se mofa del islam y caricaturiza al profeta Mahoma y está provocando protestas en todo el mundo árabe, aunque fuentes oficiales del Gobierno estadounidense -a la que se han sumado las autoridades libias- indicaron a medios locales que el ataque de Bengasi fue planeado con antelación y que sus autores utilizaron las protestas por el vídeo islamófobo como «distracción». El Ejecutivo de Libia, donde se han practicado ya cuatro arrestos y se mantiene una estrecha vigilancia sobre un número indeterminado de sospechosos de participar en el ataque, cree que detrás de la trágica acción pueden estar simpatizantes del derrocado y fallecido Muamar Gadafi. Por su parte, funcionarios estadounidenses citados por el diario «The Washington Post» apuntan, pese al estado preliminar de las investigaciones, a la milicia Ansar al-Sharia, a la que consideran una filial de Al-Qaeda.

Expertos estadounidenses estiman que el ataque fue «muy bien planificado» y «estuvo relacionado con el aniversario del 11 de setiembre».

Un responsable gubernamental de EEUU conocedor de los ocurrido en Bengasi explicó que el ataque comenzó con el lanzamiento de varios cócteles molotov que buscaban incendiar el edificio con el objetivo, según su versión, de que el personal diplomático tuviera que escoger entre exponerse a los manifestantes o «morir calcinados». La misma fuente agregó que el embajador Stevens y otros dos de los fallecidos murieron por inhalación de humo cuando intentaban escapar por el tejado. Los tres edificios del complejo que albergaba el consulado quedaron destruidos, según pudo constatar un fotógrafo de AFP, que indicó que los impactos de bala eran visibles en sus paredes.

Cooperación en seguridad

El presidente de EEUU, Barack Obama, habló el miércoles por la noche sobre cooperación en materia de seguridad con el presidente de la Asamblea Nacional libia, Mohamed Magarief, y con el mandatario egipcio, el islamista Mohamed Morsi.

Con Magarief acordó la apertura de una investigación conjunta sobre lo ocurrido en Bengasi para llevar a sus autores ante la Justicia y a Morsi le instó a cooperar con EEUU en la seguridad de las sedes y personal diplomático.

Obama reafirmó su apoyo a la «transición democrática» en Libia, «en la que el embajador Stevens creía profundamente».

Lo cierto es que casi un año después de la caída de Gadafi este ataque ha puesto de nuevo en evidencia la incapacidad del nuevo régimen libio para garantizar la seguridad en el país, donde las milicias armadas que tomaron parte en el derrocamiento del coronel con el apoyo de la OTAN campan a sus anchas.

Respecto a Egipto, el inquilino de la Casa Blanca declaró que el Gobierno islamista no es «aliado ni enemigo» de su país, pero que tendrá «un verdadero gran problema» si no protege como debe su Embajada.

Morsi volvió a condenar los ataques al profeta Mahoma así como la violencia contra la legación diplomática de EEUU, cuya protección aseguró. Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad continuaron ayer en los alrededores de la misión diplomática en El Cairo, en cuyo muro exterior aparecieron pintadas insultantes contra la diáspora copta, a la que atribuyen la producción de la película que ha detonado esta ola de violencia.

El secretario general de la Liga Árabe, Nabil al-Arabi, pidió ayer al Gobierno de EEUU que adopte «una posición firme contra los responsables de la producción del vídeo que ofende al profeta del islam». La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, había señalado que en su país «no se detiene a personas por expresar sus puntos de vista», y agregó que se respeta la libertad y la tolerancia religiosa.

En cualquier caso, y a pesar de los últimos ataques y de la muerte de cuatro estadounidenses, los expertos consideran que EEUU debe continuar apoyando la «democratización» de los países de la llamada «Primavera Árabe» frente a las amenazas «extremistas» para salvar «su revolución y preservar su relación» con Washington.

En su informe de 2011 sobre los derechos humanos en el mundo, el Departamento de Estado aseguró en mayo que las revueltas de Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria eran «una inspiración» para el resto del planeta, a pesar de haber tenido consecuencias «muy negativas» en materia de «derechos de la mujer, libertad religiosa y surgimiento de organizaciones islamistas radicales».

Refiriéndose al ataque de Bengasi, el senador republicano y exrival de Obama en las últimas presidenciales John McCain advirtió, en declaraciones a Fox News, al presidente de que «si retiramos nuestro apoyo de esta gente van a ganar los malos, los islamistas y los terroristas».

El propio Obama, en una entrevista con Efe, aseguró ayer que EEUU «no puede retirarse de la región», a pesar de que auguró más protestas.

Un «fiasco»

Las declaraciones de condena por parte de gobiernos y organizaciones supraestatales por los asaltos de las misiones diplomáticas de Bengasi y El Cairo y la breve ocupación de la Embajada en Yemen continuaron ayer.

Entre las voces de repulsa estaba la del Gobierno chino, que condenó «firmemente» lo ocurrido, aunque la prensa estatal del país estimó que esos ataques antiestadounidenses no hacen sino demostrar el «fiasco» de la política de Washington en el mundo árabe, donde «tras la caída de los regímenes autoritarios el descontento respecto a Occidente aumentan sin control», y la necesidad de que EEUU reconsidere su estrategia en la región.