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La crisis global agrieta todos los diques y corsés políticos

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

La crisis del sistema económico y político que se instauró en el mundo en las primeras décadas del siglo XX y que amenaza con morir de éxito» ahora, 20 años después de la caida del mal llamado «socialismo real» ha imprimido un ritmo de vértigo a la historia.

Las certidumbres pesan ya menos que el papel de fumar. Europa se hunde económicamente poco a poco arrastrada por sus estados periféricos. EEUU sigue noqueado 11 años después del 11-S y no termina de repuntar.

Los pueblos árabes han dicho «basta» y exigen su lugar en la historia, hurtado hasta la fecha por unos dirigentes que han utilizado las coartadas del antiislamismo o del eterno drama palestino para perpetuarse en el poder.

Han tenido que pasar 67 años desde la capitulación del Japón imperial para que nos enteremos de que el Mar de China oriental es un hervidero de islas y territorios en vieja disputa por las potencias regionales, capitaneadas, como no podía ser menos, por la emergente China.

En este contexto, la crisis se está convirtiendo, como reza el tópico, en una oportunidad para los pueblos sin Estado. Quebec ha decidido dar otra oportunidad a los soberanistas; Kosovo sigue cubriendo etapas -en una dinámica difícil, pero esperanzadora- hacia su definitiva independencia. Y Catalunya, harta del torpe ninguneo de Madrid, ha decidido aplicar el seny para resolver de una vez por todas una situación digna del mejor Kafka.

El mundo se mueve y a los unionistas no se les ocurre otra cosa que exigir a todos que se queden quietos. Que nos hundamos junto con ellos en el sumidero de la historia. Hora es de declinar la invitación. Educadamente.

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