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Jon Garay Vales Portavoz de Herrira

La silla de Iosu

Desde Herrira llevábamos meses advirtiendo sobre la preocupante situación de catorce ciudadanos y ciudadanas vascas a quienes el Gobierno español niega la libertad pese a las graves enfermedades que padecen. Hablamos de cánceres, severas patologías cardiacas, cuadros psiquiátricos agudos, un preso que puede quedarse ciego... En la mayor parte de los casos son personas de edad avanzada, acumulan 15, 20 y hasta 25 años en prisión, y sus dolencias pueden explotar en cualquier momento.

Sabíamos que podía ocurrir y ocurrió a finales de julio. El cáncer de Iosu Uribetxebarria había explotado y el pronóstico era mortal. En ese momento, perdida ya la batalla por salvar su vida, nos centramos en salvaguardar mínimamente su dignidad, tratando de que pudiera pasar sus últimos días entre los suyos. Mientras tanto, la dispersión también explotaba con un gravísimo accidente que dejó a una persona en la UVI y a dos niños heridos graves.

Ni siquiera ahí se detuvo el aparato de venganza. Cuando la liberación de Iosu ya debía ser algo indiscutible, cuando el reto estaba en que los otros trece presos enfermos no llegaran a esa situación irreversible, el Gobierno puso la marcha atrás y se atrincheró en el falso debate de si un cáncer con metástasis es terminal, o peor aún, en si a los presos vascos hay que dejarlos morir en prisión.

Han enmarañado un caso que se podía haber resuelto con un sencillo procedimiento, y han añadido un tremendo dolor a una situación de por sí desgarradora. Y lo peor de todo: en vez de hacer pedagogía de los derechos humanos entre su población, la han enredado en una apología de la pena de muerte que no conduce a ningún sitio, como mucho a la edad de las cavernas.

Las negativas del Gobierno a la excarcelación, la bochornosa dilación del proceso, el ensañamiento mediático y la injustificable actuación de los ertzainas que lo custodiaban pusieron a Iosu ante una situación límite, a la que se enfrentó declarándose en huelga de hambre. Lo hizo por su dignidad, pero con la vista puesta en que ninguno de los otros trece tuviera que pasar por aquella situación.

Ahí se acabó de desatar la tormenta: cientos de ciudadanos vascos en huelga de hambre indefinida, en las cárceles y en el hospital Donostia, en una terrible cuenta atrás en la que los días del preso se agotaban y el Gobierno se enrocaba. La marcha atrás llegó incluso al ámbito de los derechos civiles, con una cadena de actos prohibidos que nos retrotraía a los peores tiempos de las ilegalizaciones. La foto de Paulo Agirrebaltzategi con la silla de Iosu y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en sus manos es el titular surrealista de esta persecución, lanzada, no lo olvidemos, contra quienes pedían algo tan simple como la libertad de un enfermo terminal.

El Gobierno ha querido ver un pulso donde solo había indignación. El mínimo sentido común decía que la libertad se debía producir de manera inmediata, pero este grado de crueldad y sadismo terminó desatando una gran conmoción social, un «nunca más» expresado en catorce sillas vacías y movilizaciones por todo el país.

Como dijimos el día de su puesta en libertad, creemos que en este caso todos hemos perdido. Ha perdido Iosu, su familia y todas las personas que queríamos salvar su vida, porque no hemos logrado traerlo a casa a tiempo de evitar la metástasis. Y también el Gobierno ha perdido, porque estas políticas del pasado generan el rechazo mayoritario de la sociedad vasca y convierten a quien las lleva a cabo en un flagrante vulnerador de derechos humanos a los ojos de todo el mundo.

Todos y todas seguiremos perdiendo mientras el Gobierno mantenga encerrados a los otros trece presos y presas enfermos, mientras siga en vigor la cadena perpetua, mientras no acaben con la sangría de la dispersión. Y en Herrira estamos trabajando para que todos y todas empecemos a ganar, con la paz como objetivo y el respeto a los derechos humanos como guía. Y, desde luego, lo vivido en estas semanas nos pone ante la urgencia de terminar cuanto antes con estas medidas de excepción. Porque el caso de Iosu Uribetxebarria es solo la punta del iceberg de una política penitenciaria que puede generar más muertos en cualquier momento.

En este sentido, queremos poner en valor el auzolan de estas últimas semanas. Y pensamos que las miles de personas que se han movilizado por la libertad de Iosu han dado una lección de entrega, valores, imaginación y responsabilidad.

Entrega, porque a nadie le gusta estar dos semanas en huelga de hambre o encerrarse en una catedral; valores, porque alguien tiene que defender los derechos humanos cuando se pisotean con tanto descaro; imaginación, porque no ha sido fácil sortear la persecución; y responsabilidad, porque hemos dado una lección de civismo ante la barbarie y la provocación. Además, ha sido un movimiento espontáneo, asambleario, participativo, abierto, plural, un trabajo entre diferentes por un objetivo común: el sentido común. Y han sido tantas y tan fuertes las emociones de estos días que sin duda quedarán marcadas en nuestra memoria para siempre.

Como hemos dicho, todo esto no ha supuesto una victoria, pero sí hemos marcado el camino para ganar la libertad del resto de presos enfermos, la derogación de la cadena perpetua y el fin de la dispersión. La ola azul de este verano debe seguir creciendo, y para ello debemos organizarla con amplitud de miras, huyendo de esquemas partidistas y centrándonos en el bien común, en el objetivo que comparte una gran mayoría social: hay que dar una solución a la pelota vasca, a la existencia de cientos de presos y refugiados políticos, y el primer paso es acabar con las medidas de excepción que se les aplican.

Y eso no es hacer apología del terrorismo, es apología de la paz. En estas semanas, algunos poderes fácticos se han empeñado en colocarnos etiquetas que no nos corresponden. Porque Herrira no enaltece a ETA ni lo va a hacer nunca, tampoco pretende humillar a ninguna víctima, ni quiere imponer nada a nadie. Herrira no cree en el esquema de vencedores y vencidos, ni en el odio, ni en la venganza. Herrira quiere ser un activo en el proceso de paz, ayudando a desatar uno de los nudos que mantienen vivo el conflicto en su versión más violenta y dolorosa: las cárceles, el exilio, la deportación. Porque creemos que sólo cuando no haya presos ni refugiados políticos podremos gritar a los cuatro vientos que ha llegado la paz a Euskal Herria. Y hasta ese momento, Herrira tendrá una misión que cumplir.

Sabemos que el camino no va a ser fácil, pero es que no hay otra receta viable para este pueblo que su vuelta a casa. Cualquier proceso de paz en cualquier lugar del mundo incluye en su agenda, de manera prioritaria, la solución a este problema, que no es exclusivo de las personas afectadas, sean presos, refugiados o familiares. El problema es para toda la sociedad, que se sigue quemando en el fuego del enfrentamiento, en un conflicto que no se cierra porque mantiene vivas sus consecuencias.

La silla vacía de Iosu, por lo tanto, nos deja una imagen de mucho dolor, de un verano que nunca debería haber sido como fue, pero también nos ha regalado lecciones que nos servirán de mucho en el camino que nos queda. En este sentido, invitamos a todos los actores que operan en el escenario vasco a abordar una profunda reflexión sobre el actual bloqueo en la política penitenciaria -que está taponando el proceso de paz en su conjunto-, analizando lo hecho hasta ahora y, sobre todo, lo que debemos hacer en el futuro.

Terminamos estas líneas uniéndonos al deseo que expresaba Iosu Uribetxeberria en una entrevista en GARA. «Espero que mi caso sea el último y que se logre liberar a los demás presos políticos vascos que como yo están enfermos, para que tengan la oportunidad de vivir». Y subrayamos las palabras que dirigía a las víctimas de ETA, por lo que suponen de mesura y cordura en una situación tan límite: «les diría que hablar ayuda; que no cierren el camino, que existen unos mínimos en los que podríamos ponernos de acuerdo y que habría que empezar por ahí para ir afianzando ese camino. Cada uno con sus ideas pero en el respeto y la tolerancia para llegar, por lo menos, a convivir juntos».

La silla de Iosu ya está en Arrasate, y ahora nos toca mirar al resto de sillas y buscar la manera de llenarlas cuanto antes.

Lortuko dugu!

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