Un punto de apoyo, un eje, una columna vertebral, un concepto circular, un traje a medida, una idea fuerza, un objetivo y dos necesidades. Con todo lo anterior y un poco más elaboramos un proyecto. Después lo revestimos con un discurso. El discurso lo compramos en un gran almacén de las palabras muertas, lo camuflamos con una música accidental de txistu samplerizado y nos presentamos al mercado como la vanguardia de la franquicia con denominación de origen. Así ensalzamos el día de la marmota cultural. Ufanos afrontamos los nuevos tiempos con toda la caspa antigua. Vertebrar una alternativa cultural es bastante más complejo que obtener una mayoría para la gobernanza. Es una opción política que debe escarbar en las capas de barnices que la mantiene en un territorio de la ignorancia elevada a categoría de espectáculo. La vista atrás para ver lo andado y no correr, que es de cobardes. Una alternativa estructural y operativa a la inercia cultural existente, es una de las grandes tareas que se debe emprender en estos tiempos, desde parámetros políticos en clave de creación de riqueza intangible, ciudadanía rica en posibilidades de expresión y que configure en un tiempo futuro una ideario del ser vasco a través de su tejido cultural. Crear consumidores de productos culturales ofrecidos por las industrias del entretenimiento es un concepto obsoleto, aberrante y anticultural. Pero es el lenguaje dominante, alienante, que propicia la colonización más profunda. Primera fase: desintoxicación. Urgente, para comprender que existe otra manera de hacer cultura bastante más saludable y vertebradora de la sociedad. Y sostenible en el tiempo.