REAL MADRID 3

MANCHESTER CITY 2

Tras la tormenta, siempre llega la calma. Tras la oscuridad, regresará la claridad. Tras la tristeza, siempre puede retornar la felicidad. Parece sorprendente lo que puede cambiar el estado de ánimo de un jugador, de una plantilla, en pocos días y horas. El Real Madrid logró el primer punto de la fase de grupos de la Champions League después de dominar el encuentro, ir por detrás en el marcador hasta en dos ocasiones y certificar la victoria en el último minuto con un gol del hombre que había traído la amargura a la casa blanca.

Después del mal arranque liguero y la derrota por la mínima frente al Sevilla este fin de semana pasado, Jose Mourinho y su equipo necesitaban ya no solo una revolución, sino algo más; una contrarrevolución que les llevase de nuevo a la senda del triunfo y, lo que parece ser más importante, a recuperar esa ansiada felicidad perdida.

Para ello, el técnico portugués realizó dos cambios significativos en el once inicial. En defensa, colocó al francés Varane por el damnificado Sergio Ramos, mientras que en el centro del campo apostó por Essien en lugar del germano Özil.

Y la apuesta no le salió mal en la primera parte. Los merengues querían y tenían la posesión del balón, mientras que el Manchester City las veía venir. Algo que no tardó en suceder. En el minuto uno, Cristiano Ronaldo avisaba de un posible vendaval blanco con un disparo que se fue algo desviado. Y más tarde Hart tuvo que realizar sendas intervenciones de mérito.

Los ingleses eran incapaces de controlar la pelota y, cuando lo hacían, los madridistas la recuperaban en poco tiempo. Sin embargo, con el paso de los minutos la posesión fue disminuyendo, haciendo el juego algo trabado. En estas, el Manchester City solo parecía activarse con las potentes cabalgadas de Yaya Touré, aunque sus últimos pases no fueron los mejores como para poder crear serio peligro en la meta de Iker Casillas.

Un golpe tras otro

La segunda parte transcurrió de la misma manera, aunque el lateral Marcelo amplió su recorrido por banda para crear serio peligro con dos zurdazos que se fueron fuera por muy poco.

Cuando mayor peligro estaba creando de nuevo el Real Madrid, llegó el primer mazazo local. El delantero Dzeko, que había entrado sustituyendo a un Silva ovacionado por el Bernabéu, finalizaba una contra de libro que empezó con un robo en el centro del campo y último pase del rejuvenecido Touré.

No tardaron en recomponerse los madridistas. Solo siete minutos después, Marcelo esta vez acertaba y con un derechazo anotaba el tanto del empate. Esto dio más alas al equipo español, pero entonces llegó el segundo martillazo en contra. Kolarov helaba a todo el estadio con un saque de falta escorado que finalizaba en las redes.

Era el momento más loco. O casi. Porque en la siguiente jugada Benzema empataba a dos y ya en el 89 Cristiano Ronaldo, con un potente disparo, certificaba la primera victoria europea. Volvió la felicidad blanca.