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Jesus Valencia | Educador social

Volviendo a las raíces

 

El cielo plomizo de aquella mañana no desanimó a los pensionistas de Sasoia. Bien provistos de pertrechos y de ganas, recorrieron Meatzaldea, la zona minera plagada de historia obrera y de socavones. No se trataba de una rutinaria excursión de jubiletas. El perfil de los participantes, el objetivo de su viaje, el excepcional guía local de aquella jornada... prometían un recorrido cargado de reafirmaciones proletarias. Y así fue.

Sasoia es una de las evidencias más palmarias de que jubilación y militancia son compatibles. Organizados para debatir la coyuntura (¡con qué interés sigo sus debates!) y para transformarla. Cuentan con un largo curricullum de lucha popular, que se sigue incrementando tras su acceso al pensionariado. Para ellas y ellos no existe esa ridícula divisoria que separa un ayer de luchas y un hoy de aburrida pasividad. El guía local de aquel interesante 13 de septiembre fue Periko Solabarria, el incombustible. El cura obrero de Triano conoce como pocos las entrañas de aquel escenario minero y Meatzaldea tiene en Periko uno de sus referentes más queridos. Todos ellos se adentraron por aquellas montañas ferruginosas, cuna del proletariado vasco.

La revolución industrial del siglo XIX cerró las pequeñas ferrerías locales e impulsó modernas fundiciones. Aquellas montañas se convirtieron en la mina de hierro más generosa de Europa. Los cargaderos de Bilbao, Mioño o Castro abastecían los altos hornos de Inglaterra y Alemania. Los gigantescos socavones demandaban ingentes cantidades de mano de obra. Braceros de todo el Estado llegaron en tropel; carlistas que años antes recorrieron aquellas cimas como combatientes, regresaron a ellas como proletarios. Los pequeños pueblos de la zona hubieron de soportar una brutal explosión demográfica. Todos los recién llegados tenían cabida y todos eran explotados. En aquella cuenca minera estaba naciendo el proletariado de Euskal Herria. Pronto conoció la crueldad del capitalismo emergente. En aquel entorno de jornadas interminables y de condiciones de vida ruines encontraron excelente caldo de cultivo las primeras organizaciones de clase y la ideología revolucionaria (cuando el socialismo de Facundo Perezagua lo era).

La explotación promovió la conciencia obrera y, con ella, las huelgas; pulsos descomunales entre unas burguesías envalentonadas y unas masas obreras oprimidas. Bajaban de la mina, casi en la misma vagoneta, el mineral de hierro y las consignas revolucionarias. La lucha se expandió y consiguió parar el Bilbao fabril que nacía a la orilla de la ría. Aquel contexto de explotación y lucha parió a Dolores Ibarruri. La comitiva de pensionistas honró a la Pasionaria en Gallarta; ante el monumento que la recuerda entonaron la Internacional y el Eusko Gudariak.

Terminaba una intensa jornada de vuelta a las raíces y de reafirmación identitaria. Tocaba seguir atizando la lucha que prendió en aquellos cerros esquilmados. Las plataformas de pensionistas se agrupan. Han convocado a todos los jubilados para que defiendan sus derechos y participen en la huelga del 26. La herencia de tantas luchas obreras y vascas sigue viva.

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