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Una «normalidad» dentro de la que lo políticamente excepcional resalta aún más

La campaña electoral entra en la recta final. Su última semana coincide con el aniversario de la Declaración de Aiete y del comunicado en el que ETA anunciaba el cese definitivo de su actividad armada. Ambos son momentos realmente históricos en el devenir de la nación vasca, fruto de un gran esfuerzo compartido -por unos más que por otros-, de una labor discreta pero visible. Este nuevo tiempo político está lleno de potencialidades, ha resultado ya muy fértil, pero aún tiene mucho camino por recorrer, aún requiere de mucho esfuerzo, tanto como el previo a aquellos hechos o más. La hoja de ruta expuesta en Aiete por relevantes figuras de la comunidad internacional y por expertos en la resolución de conflictos políticos ha avanzado, pero todavía queda mucho trabajo por delante, tanto en el plano de las consecuencias del conflicto como en el del debate político. La próxima legislatura será clave en el avance de esos puntos, en una normalización política que va dando pasos tímidamente y, en cierta medida, como decía ayer en estas páginas Rafa Díez, «a trompicones».

Ayer el mitin central de EH Bildu coincidió con el tercer aniversario de la redada en la que fueron detenidos el ya mencionado Rafa Díez, Arnaldo Otegi, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez. Tres años más tarde, todos ellos permanecen en prisión. Desde allí, en concreto desde Logroño, Otegi envió un mensaje claro a quienes ayer llenaron el BEC, pero también a todo el pueblo vasco: es tiempo de cambio tanto a nivel mundial como para Euskal Herria, tanto en el plano político como en el plano socioeconómico; la dirección y la profundidad de ese cambio, lograr el objetivo de que el mismo responda realmente a las necesidades de la gente y a la voluntad democrática de los pueblos, dependerá tanto de la acumulación de fuerzas como de la capacidad para llegar a acuerdos en clave de justicia social, de libertad y democracia; con su habitual tono positivo, Otegi, se mostró convencido de que la coalición representada por Laura Mintegi aúna ambas cualidades, la capacidad de ganar y la de llegar a acuerdos.

En plena campaña electoral, en vísperas de lo que algunos definen como «la fiesta de la democracia», el hecho de que Arnaldo Otegi tenga que mandar su mensaje a través de una grabación o que Rafa Díez tenga que responder una entrevista por escrito por estar en la cárcel, son muestras evidentes de que en esta nueva fase del conflicto político vasco la «normalidad» no ha alcanzado por igual a todos. Algo excepcional, un hecho incómodo que la mayoría de candidatos prefieren obviar.

Un atentado en campaña; sí, ha ocurrido

Precisamente, Enara Rodríguez, la hermana de uno de los compañeros de Díez y Otegi, Arkaitz Rodríguez, sufrió la semana pasada un grave atentado al regresar a casa desde la cárcel de Logroño. Los agresores, que se identificaron como policías españoles, sacaron de la carretera el coche de Rodríguez, la golpearon, la agredieron sexualmente y la amenazaron con violarla para, posteriormente, forzarla a emprender una peligrosa huida al volante, en un macabro juego que pudo tener consecuencias aún más dramáticas.

Ayer el Acuerdo de Gernika denunció estos hechos ante la Delegación del Gobierno español en Donostia. Nadie, aparte de los los partidos y organismos sociales que han suscrito dicho acuerdo, ha mencionado el caso de Rodríguez. Vuelve a resultar incomprensible que algunos partidos y organizaciones sociales vascas no hayan firmado el Acuerdo de Gernika. Como incomprensible es que no hayan denunciado estos hechos. ¿Qué decir de los medios de comunicación que lo han silenciado? A nadie escapa que su reacción -y sus exigencias- hubiera sido muy distinta de ser la víctima de otro signo. En ese mismo sentido, por ejemplo, no hay noticia de que Carmen Alba, la delegada del Gobierno en Nafarroa -lugar en el que tuvieron lugar los hechos-, haya realizado diligencia alguna en un caso en el que, una de dos, o policías han realizado una agresión o unos agresores se han hecho pasar por policías (¿cuál de las dos hipótesis debería considerar más grave un representante del Estado y responsable de dicha Policía?).

Lo realmente excepcional

La palabra excepcional tiene dos acepciones, una positiva y otra negativa. En el mundo del Derecho lo excepcional es negativo, y todos los casos expuestos aquí responden a ese significado. Sin embargo, excepcional también es sinónimo de extraordinario, y no cabe mejor palabra para definir el cambio que ya se ha operado en la sociedad vasca. Los objetivos de justicia, igualdad, democracia y libertad están más cerca que nunca. La ilusión, el deseo, la esperanza se abren camino entre las gentes del país. El compromiso, la dignidad, la lucha se han mostrado como valores políticos de primer orden. Es importante ver la dimensión del cambio. Dentro de ese relato, Laura Mintegi recordó ayer de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos.

Lo establecido, lo que era «normal», ya no es inamovible; lo extraordinario, en ambos sentidos, resalta. El momento exige alternativas de futuro, no recetas del pasado.

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