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Anjel Ordóñez Periodista

«Money, money, money»

Money, money, money» es el título de un libro que ha escrito un personaje llamado Jason Shifrin. Se trata de una autobiografía -de escaso valor literario-, que narra las desventuras de este famoso joyero londinense, que las tuvo tiesas con la mafia a cuenta de ciertas diferencias sobre los pagos de un crédito. Resumiendo bastante la historia, para no aburrir: el tal Shifrin pidió dinero prestado al hampa y el recurrente retraso en los pagos fue incrementando la deuda inicial hasta niveles estratosféricos (15 millones de euros). Y claro, un mal día, el padre del joyero amaneció con las piernas rotas y el resto del cuerpo hecho un siete, circunstancia que precipitó la intervención de la Policía, la renegociación de la deuda y el regreso de Shifrin a Londres (de donde había huido temiendo por su vida y la de los suyos). Si bien se mira, la historia tiene un final feliz. Truculento y aparatoso, pero feliz.

Miguel Angel Domingo no era joyero ni tampoco famoso: tenía un quiosco de prensa en un modesto barrio de Granada. Hace ya unos años, se le ocurrió comprar un piso y un local para prosperar en su negocio, y firmó una hipoteca de 240.00 euros. Solo quería una vida mejor, pero las cosas no le salieron bien. El pasado jueves, la patrulla policial que se presentó en su domicilio para ejecutar el desahucio por impago, se encontró con el cadáver de Miguel Angel colgando en el patio. Él mismo acabó con una vida que ya no era suya. Esta historia, sobra decirlo, no terminó tan bien como la del inglés y la mafia. Ya ven.

Hoy se celebran elecciones en las cajas de ahorros de la CAV, para elegir a los representantes de los clientes en sus respectivas asambleas. Una oportunidad para avanzar en la definición del futuro de estas históricas instituciones, en una coyuntura determinante en la que deberán optar entre la privatización e inmersión definitiva en el sistema bancario, por un lado, o el mantenimiento de su histórico papel como motor financiero y social de la sociedad vasca, por otro. Entre sumergirse en la vorágine deshumanizada de la salida a bolsa y los desahucios, o apostar por la economía real en Euskal Herria, con la sensibilidad y el compromiso social que requiere una situación como la que atravesamos.

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