Después de haber afirmado en plena campaña electoral que la crisis, entonces incipiente, no era más que una desaceleración, José Luis Rodríguez Zapatero sostuvo poco después que en la economía española empezaban a asomar «brotes verdes». Aquella desafortunada expresión persiguió al líder del PSOE durante su agónico mandato y fue utilizada por la oposición como certero ariete. Podría haberse ahorrado la frase, pero prefirió anunciar lo que luego se reveló como falso. Ahora, esa misma incontinencia verbal parece haberse apoderado del Gabinete de Mariano Rajoy.

Fátima Báñez, ministra de Trabajo, aseguró ayer que la economía española está saliendo de la crisis. Lo dijo tres días después de conocerse que la tasa de paro estatal ha superado el 25%, y el mismo día en que se difundió que la subida del IVA ha conducido al comercio minorista a la mayor caída de la serie histórica. Según el INE, en setiembre, coincidiendo con la entrada en vigor del incremento del impuesto indirecto, las ventas de los comercios se han desplomado un 12,6% en el Estado; algo menos en la CAV, 11,7%, y en Nafarroa, 10,5%. Se ha debido a la pérdida de confianza y de capacidad de compra de los consumidores, cuyo poder adquisitivo es cada vez menor y que han dejado de comprar incluso productos básicos, como alimentos. La tendencia, además, es negativa, y no hay ningún indicador que augure un repunte. Igual que sucede con el paro, ninguna previsión sobre el comercio es hoy optimista.

Declaraciones como la de Báñez buscan poner en valor las medidas implementadas por el Ejecutivo, pero hacerlas cuando más evidente es que las mismas son estériles e incluso contraproducentes para hacer frente a la crisis, denota una torpeza inexplicable por parte de quien controla los resortes del poder. Si ni siquiera son capaces de darse cuenta de ello, es lógico que cada vez más gente concluya que esa clase política es en realidad el principal problema para salir de este agujero.