Viejos pretextos, misma cerrazón y torpeza
Echando mano del argumento que siempre ha servido de pretexto para negarse a atender las más sentidas reivindicaciones vascas -a saber: hacer la amalgama entre ETA y, en este caso, la organización territorial propia para Ipar Euskal Herria-, el ministro de Interior francés, Manuel Valls, quiso dar un portazo a la creación de una colectividad específica vasca. Entrevistado por «El País», declaró con aires autoritarios que «no habrá estructura administrativa vasca, no queremos abrir ese debate en tanto que ETA no entregue las armas». Una vez más, otro responsable de las fuerzas policiales responde a una demanda popular que hoy constituye un suelo común del «mundo vasco» en toda su pluralidad ideológica. Con las armas de ETA calladas para siempre, negando el nuevo contexto político y sin aportar nada en la construcción de la paz, Valls ha fijado una posición que no se sostiene. Y comprensiblemente generará una ola de indignación entre los representantes de Ipar Euskal Herria al comprobar que la hipótesis que el presidente del Consejo de Electos, Jean-Jacques Lasserre, no contemplaba -«que París no nos escuche»-, vuelve a hacerse realidad en toda su torpeza, con los viejos pretextos, y la misma cerrazón jacobina.
París sabe muy bien cuál es su verdadero problema: un pueblo que no renuncia a su reconocimiento, a disponer de los útiles para poder tener en sus manos su propio destino.