No existe humano que lleve una carrera musical coherente y lúcida a lo largo de cinco décadas. Young ha errado en numerosas ocasiones, pero sus aciertos son tan notables que lo notorio entierra las sombras. En «Psychedelic pill» se vuelve a equivocar con la inclusión de «Driftin' back», más que nada por los innecesarios 27 minutos; pero acierta con el resto, como en «Ramada inn», de 16 minutos, y «Walk like in giant», de otros 16. Ambos son dos eternos viajes químicos que dejan cuerpo y mente en cualquiera de los cielos que el cerebro pueda crear. «Ramada inn» se especula con que está dedica a la vida en pareja con Pegi, su esposa de los últimos 34 años. Ambas composiciones son trascendentales, pura roca cubierta de musgo y resumen de su inquietud musical. En poco más de tres minutos nos recuerda que nació en Ontario, «Born in Ontario»; en otros tres «Twisted road» homenajea a Dylan. Son dos canciones básicas, pero cálidas. En el puesto seis comienza «She's always dancing». Ahora son ocho minutos, tiempo por el que Young nos seduce por el camino de la belleza, el sonido repleto de sentimientos y corazón. «She's always dancing» es una pieza de llanto, de clavar el alma en el pedazo de tierra que un día le recordará. Imponente. Al disco le quedan dos canciones, la dúctil y frágil canción campera «Walk like a giant» y «Psychedelic pill», esta vez con nuevas remezclas que terminan convenciendo más que la versión original.

Young deja el alcohol y las drogas tras sufrir un aneurisma en 2005. Duda sobre si será capaz de volver a crear sin estimulantes. Su obra posterior y «Psychedelic pill» demuestra que es posible enfrentarse limpio a lo que el llama el «folio en blanco» del músico. El sonido digital (tenía planes junto al difunto Steve Jobbs), los coches antiguos, los biocombustibles, los coches eléctricos, las maquetas de trenes, las diversas campañas de ayuda: granjeros con cosechas destruidas, niños con minusvalías..., son las otras aficiones del inquieto y fértil veterano.