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Raimundo Fitero

Voces ciegas

 

Uno puede escribir las crónicas de muchos programas a ciegas. Es decir, no es necesario verlos más de una vez para saber de qué van, cómo funcionan, qué buscan y cuál será su desarrollo. Una vez vista una entrega de «La Voz», vistas todas las posibilidades de sorpresa. La gestualidad de los artistas-entrenadores, las frases hechas, el sistema de recuento, las emociones desparramadas, se van repitiendo de una manera matemática. No hay apenas diversidad en el desencanto. La uniformidad en los adjetivos empleados por esos cantantes en promoción, son majestuosamente aburridas. Ni siquiera se mantienen en su personalidad más reconocible, es como si hubieran pasado previamente por un programa de homologación.

Y, sin embargo, está funcionando. Tiene elementos de sobra para que atraiga, porque pese a su reiterada mecanización, sus lugares comunes, tiene el aliciente de escuchar a unos artistas que tiene bagaje, que acostumbran a tener dotes para lo que están compitiendo, hasta tal punto que debe existir un plantel de cantantes en busca de oportunidades que aparecen en diversos cástings y programas de descubrimiento de talentos similares. «La Voz», al igual que otros similares, al final acaba siendo un programa de variedades con emociones injertadas que le dan otro valor para las audiencias populares. Es un formato conocido, variaciones de otros muchos, pero funciona porque te dan siempre lo que anuncian, con sus canciones nostálgicas y reconocibles, y, en este caso, con un escenario cuya aparatosidad más de atracción de feria, han hecho una virtud. Y porque entre los cantantes asesores y el presentador, han creado un ambiente propicio al desarrollo de momentos donde se desparramen las emociones y los sentimentalismos.

Otra cosa es que entran en la fase de competición en directo, el voz a voz, artista contra artista sin aditamentos, sin nada que los envuelva, y es entonces cuando el público se queda con uno de los ingredientes del potaje y se pueden cansar y abandonar, como ha sucedido levemente. Pero es una de las inversiones televisivas que han funcionado en los últimos tiempos, cosa que no es para señalar como mal asunto.