La ciudad de Nueva York, al igual que Boston, Philadelphia o Washington, presentaba ayer una imagen irreal, paralizada, con el cierre del transporte público, así como de escuelas, universidades, tribunales, teatros, muchas grandes empresas, la bolsa, monumentos, museos y hasta la sede de la ONU, con un tráfico mucho escaso y poca gente en la calle. La costa oeste de EEUU esperaba con temor la llegada del huracán Sandy, después de que dejara al menos 64 muertos a su paso por el Caribe.

Las autoridades de Haití aumentaron a 52 el balance de fallecidos en el país a causa del temporal, mientras 15 permanecían en paradero desconocido. El país se recupera lentamente de incontables daños a la agricultura, carreteras y puentes, mientras más de 17.000 personas permanecen refugiadas en albergues. Gran parte de los cultivos de la parte sur han quedado destruidos, lo que podría aumentar la desnutrición, así como los casos de cólera y de otras enfermedades.

El segundo país más afectado es Cuba, donde murieron once personas. Las autoridades cubanas intensificaron ayer las labores de recuperación, sobre todo en la zona oriental, donde Sandy dañó viviendas, cultivos, electricidad y telefonía. Se calcula que ha dejado entre un 20 % y un 30 % de las plantaciones de café, y la producción caerá hasta las 4.000 toneladas (la más baja en un siglo). El presidente del país, Raúl Castro, visitó Santiago de Cuba para conocer de primera mano los trabajos de reconstrucción.

A ello hay que sumar el fallecimiento de un hombre en Kingston, Jamaica, donde Sandy asestó además un golpe devastador al sector agrícola. Las autoridades jamaicanas calculan que 11 millones de agricultores resultaron afectados y 500.000 hectáreas de cultivos quedaron destruidas. También dejó una víctima mortal en Bahamas provocando cortes de electricidad y daños en numerosas viviendas.

Tras su paso por el Caribe, el huracán se acercaba ayer a la costa noreste de Estados Unidos aumentando su intensidad, con vientos de 150 kilómetros por hora. Pero su mayor riesgo se encuentra en que iba acompañado de una marejada ciclónica que hacía esperar inundaciones con la subida de las mareas.

Primeras inundaciones

Algunas zonas de Nueva York y Nueva Jersey comenzaron a inundarse ayer y más de 765.000 personas se quedaron sin electricidad horas antes de su llegada. Se esperaba que Sandy tocara tierra en New Yersey al anochecer. Buena parte de Atlantic City, evacuada el domingo, estaba ya bajo las aguas.

El temor se extendía desde Florida hasta Nueva Inglaterra, paralizando instituciones, centros de enseñanza y la campaña electoral en su recta final. Nueve estados declararon el estado de emergencia y pidieron a los residentes que acumulen agua embotellada, baterías y alimentos. El presidente, Barack Obama, advirtió a los estadounidenses de que se trata «de una tormenta grave, que podría tener consecuencias mortales si la gente no pasa a la acción deprisa» y les instó a que sigan las recomendaciones de las autoridades locales. «Si les dicen que evacuen, deben evacuar. Sin retraso. No discutan las instrucciones que se les den».

Elecciones

En una intervención desde la Casa Blanca, Obama dijo que ahora no está preocupado por las consecuencias del huracán sobre las elecciones, sino que «la prioridad es salvar vidas».

Pero el huracán puede dejar también daños en la imagen de los candidatos. El presidente, que a ocho días de la votación, suspendió sus actos de campaña hasta mañana, se juega mucho en la gestión de la crisis.

Una mala actuación -con el recuerdo presente de la gestión de George W. Bush con el Katrina- puede hacerle perder la reelección en un momento en que las encuestas reflejan un empate con su oponente republicano, Mitt Romney. Aunque también puede ser una oportunidad para presentarse como un líder sólido y salir fortalecido. Romney siguió la decisión de Obama y también suspendió su campaña. Prueba del temor que causaba la aproximación del huracán fueron las palabras del gobernador de Maryland, Martin O'Malley: «Habrá personas que morirán por esta tormenta. La intensidad es tal que indudablemente habrá algunas muertes causadas por la intensidad de la misma, por las inundaciones, por la subida de las mareas, y por las olas». Por ello, instó a los habitantes a «atrincherarse en casa con sus familias. Con cuanta mayor responsabilidad actúen los ciudadanos, menos personas morirán». Similares advertencias hizo el alcalde de Filadelfia, Michael Nutter. «Es malo y solo puede ir a peor. Esta es una tormenta seria y tenéis que tomárosla en serio», pidió a sus ciudadanos. «No sean estúpidos, váyanse», insistía el gobernador de New Jersey, Chris Christie.

El alcalde de New York, Michael Bloomberg, decretó la evacuación de casi 375.000 habitantes des de zonas inundables de Manhattan, Brooklyn, Queens y Staten Island. Los dos túneles situados al sur de Manhattan, el Holland y el de Brooklyn, así como la mayoría de los puentes fueron cerrados. Pero cuando cuando al sur de Manhattan las aguas ya habían subido casi un metro y se aproximaba peligrosamente a la altura alcanzada con el huracán Irene, muchos habitantes preferían aún refugiarse en sus casas, pese a la apertura de 76 alojamientos en escuelas. La Policía iba advirtiendo del peligro con megáfonos, e incluso vivienda por vivienda. «Lo más importante es que la gente salga de las zonas bajas. Si no aprecia su vida, que aprecie la del personal de salvamento», sostuvo el alcalde.