Ya casi nos habíamos olvidado de Tony Kaye, que sorprendió a finales de los 90 con su polémica ópera prima «American History X», en torno al fenómeno neonazi skinhead. Después de aquello realizó hace seis años el documental «Lago de fuego», acerca de la no menos encarnizada discusión sobre el aborto. Más recientemente presentó en Cannes un adelanto de una adaptación de una novela de Carsten Stroud titulada «Black Water Transit», pero que no ha llegado a estrenarse, ni se cree que vaya a hacerlo ya.

Así las cosas, «Detachment» (El profesor) puede ser considerado en toda regla como su tardío segundo largometraje, donde aborda, como no podía ser de otra forma, un tema igual de controvertido que los tratados anteriormente. Se mete de lleno en la problemática de la enseñanza, pero lo hace de una forma muy interiorizada a través del docente encarnado por Adrien Brody con esa expresión tan triste que le caracteriza. Y no es para menos, porque le toca lidiar con el fracaso escolar, la falta de preparación del profesorado, un sistema educativo desfasado, e incluso dramas más personales como el del suicidio adolescente.

La película tiene una estructura narrativa compleja, que incluye recursos documentales como la entrevista, combinados con otros puramente subjetivos, que bordean hasta lo onírico. La atmósfera resultante es algo irreal, por cuanto el profesor protagonista, a diferencia del resto, es un sustituto que siempre está de paso en los institutos en los que imparte clases de literatura. Es como si no quisiera encariñarse demasiado con el alumnado, al que intenta inculcar el amor por la literatura, para que luego sean los chicos y chicas los que por si mismos desarrollen el interés por la lectura. Hay una cita inicial de Albert Camus que define bien su espíritu de entrega: «Y nunca me he sentido tan profundamente en un único momento, tan separado de mi mismo y tan presente en el mundo».