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«O Apostolo» recupera la animación artesanal foto a foto con muñecos de plastilina

De milagro hay que calificar a este largometraje de animación gallego realizado con la laboriosa técnica stop motion. Los muñecos de plastilina cobran la identidad y rasgos físicos de los interpretes que los doblan.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

El cine gallego puede sentirse orgulloso del proyecto sacado adelante por Fernando Cortizo mediante el sistema de suscripción popular crowdfunding, pero con muchas horas de trabajo artesanal que no tienen precio. No en vano se trata de un largometraje de animación que utiliza la técnica stop motion, foto a foto. Llama la atención por su calidad miniaturista, fruto de una laborioso cuidado por el detalle. Los decorados captan la arquitectura de la Galicia rural, con especial atención en los edificios góticos y en una asombrosa recreación de la Catedral de Santiago.

La misma dedicación se observa en el diseño de los muñecos de plastilina, los cuales toman prestada la identidad y rasgos físicos de los intérpretes que les ponen voz. El reparto es de nivel, si bien destaca la actuación póstuma de Paul Naschy, rodeado para la ocasión de Luis Tosar, Geraldine Chaplin, Jorge Sanz, Manuel Manquiña, Celso Bugallo, Xose Manuel Olveira Pigo y el estelar Carlos Blanco.

El guión es muy sencillo y da pie a una historia fantasmagórica en la que convergen muchas de las leyendas tradicionales gallegas. Un ladrón huye de la cárcel para recuperar el botín que dejó atrás antes de ser apresado, pero la oscura y remota aldea en la que recala distará mucho de ser un refugio en el que poder disfrutar de su tesoro. Se verá atrapado entre lugareños de aspecto inquietante, con el mismísimo Arcipreste a la cabeza, así como entre visiones de la Santa Compaña y de la peste medieval. Esperemos que alcance una mínima distribución para poder apreciarla como se merece en la gran pantalla.

 

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