Amaia Ereñaga | Eibar
Biteri, pequeño gran hombre
Años 80, Aberri Eguna. Alrededores de la plaza del Castillo. En medio de la carga policial, una mujer en el suelo. Su marido, pequeño gran hombre, se planta ante el policía más grande y le reta desafiante: «Suelta la porra». Ella, mientras, grita -al policía, claro-: «¡Tendrás que pagarme la tintorería!». El policía deja la porra en el suelo. Ostras. «Pues deja la pipa». El policía recoge la porra... y todos salen por piernas. «Cuando vi a Mirella en el suelo me di cuenta de que estaba enamorado», relataba el pequeño gran hombre entre las risas del resto. Llevaban alguna década casados, claro.
La anécdota es una de las muchas que he escuchado sobre Jose Ignacio Biteri, un hombre con un humor surrealista que siempre nos hizo desternillarnos de la risa, incluso ahora, cuando lo recordamos. Porque el pasado sábado se despedía en Eibar al gran Biteri, un hombre muy querido por todos los que le conocimos y un abertzale que era como una metáfora de la historia reciente de este país: fue padre en el exilio y abuelo de una nieta nacida en la cárcel. Agur eta ohore, Biteri!