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La pobreza se asienta en la sociedad vasca

Una de las consecuencias de la crisis es el alarmante aumento del n�mero de personas que se han visto empujadas a la exclusi�n social y a la pobreza. En los �ltimos a�os, los sectores en situaci�n de extrema vulnerabilidad han crecido de forma exponencial, en la mayor�a de las ocasiones como resultado directo de la p�rdida del empleo y de la dejadez de las instituciones, hasta el punto de que familias enteras que hasta hace poco cre�an gozar de cierta estabilidad econ�mica se encuentran ahora en un agujero al que nunca hubieran pensado que iban a ser arrastradas.

Los datos facilitados por organismos como C�ritas y la Cruz Roja son tan tozudos como contundentes, y ponen ante nuestros ojos una realidad que todav�a muchos se resisten a ver, quiz� por miedo a que acept�ndola corran el riesgo de verse atrapados por ella. Porque a pesar de que las malas noticias econ�micas llegan encadenadas, sin dar un respiro, la pobreza sigue siendo un tema inc�modo, y se insiste en mantener la ilusi�n de que se trata de un fen�meno ajeno a la realidad de este pa�s o, al menos, con una incidencia muy limitada. Y no es as�. Siempre ha convivido entre nosotros, y en este momento ahoga a miles y miles de ciudadanos y ciudadanas vascas. Comprender este hecho y aprehenderlo en toda su dimensi�n es condici�n necesaria para empezar a solucionarlo.

Necesaria, pero no suficiente. Tambi�n requiere un cambio de ra�z en el sistema. Porque la causante de la pobreza no es tanto la crisis como la gesti�n de la misma. La decisi�n de anteponer los intereses de la banca y de la patronal a los de la clase trabajadora, de premiar a los causantes de este desastre y de castigar a sus v�ctimas, es la que est� detr�s de unas tasas de paro in�ditas, de la desaparici�n de la cobertura p�blica y del consiguiente aumento de la pobreza. Echar la culpa a la crisis, en abstracto, es c�modo y sencillo, pero la pobreza tiene responsables con nombres y apellidos.

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