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Amaia Egaña, víctima de la injusticia de la ley

Han sido capaces de cambiar la Constitución española de un día para otro, pero la reforma legal para frenar los desahucios no corría prisa. Las miles de familias desahuciadas por no poder hacer frente a una hipoteca, es decir, a causa de la usura de algunos, lejos de ser una preocupación de primer orden, son abandonadas a su suerte mientras la ley y las administraciones protegen esos atropellos. Ayer muchas voces institucionales se sumaron a las de cada vez más ciudadanos y ciudadanas que venían denunciando lo que cada día veían en su localidad, en su calle. El propio Gobierno español anunciaba contactos «urgentes e inmediatos» para trabajar en una propuesta sobre los desahucios. Pero lo hacía tras conocerse la noticia de la muerte de Amaia Egaña, la mujer que en la mañana de ayer prefirió hacer frente al vértigo que provoca mirar a la calle desde un cuarto piso que al que le provocaba la pérdida de su casa.

Reconocen lo injusto de la norma que posibilita los desahucios, y la necesidad de cambiarla, pero aseguran que ante todo ha de cumplirse la ley, como bien saben las gentes que han intentado evitar los desalojos o simplemente han acudido a mostrar su solidaridad con los desahuciados, y las marcas de las porras se lo han recordado constantemente. Pero esas gentes han sido apaleadas en nombre de la ley, de una ley que según el dictamen de la abogada general del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, vulnera la normativa europea. Ahora dicen que la reforma legal es urgente, y lo es, pero llegan tarde, presionados por la creciente indignación popular y por no poder sostener la mirada ante el cuerpo inerte de una mujer de 53 años víctima de la injusticia conscientemente diseñada y consentida. Llegan irreparablemente tarde.

Esa presión popular, sin embargo, no puede relajarse, una sociedad digna no puede permitir no ya que una persona se vea abocada a arrojarse desde una ventana, sino que nadie tenga que abandonar su hogar. Tras esta urgente batalla, Amaia Egaña continuará en la memoria de todos y todas, y permanecerá la terrible pregunta de si su muerte era precisa para rectificar la injusticia.

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