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Gaza: macabra política del baño de sangre

No es ninguna sorpresa, ni una casualidad, ni siquiera una coincidencia accidental. La decisión de Israel de matar al líder de Hamas, Ahmed Jabari, de bombardear Gaza y de amagar con un asalto terrestre a gran escala no puede entenderse al margen de las próximas elecciones en las que, dentro de dos meses, Netanyahu buscará su reelección. Los líderes israelíes siempre han utilizado la guerra para aumentar su popularidad, la retórica guerrera y el recurso a la amenaza existencial de Israel funcionan como cortina de humo y atraen la atención del público. El sionismo extremista que hoy gobierna un Israel basado en un sistema racista construido sobre la paranoia demográfica y el colonialismo perpetuo necesita, con un cinismo sin igual, derramar sangre palestina -o iraní o libanesa- para garantizar su reinado. Esta ecuación macabra e insana domina hoy la política de Israel.

La escalada y el baño de sangre están ahora servidos en el menú y amenazan con una crisis aun mayor en Oriente Medio. Aunque la asimetría militar de ambas partes está fuera de duda, la nueva realidad de la región hace que el polvorín sea más inestable. Con un Egipto gobernado por los Hermanos Musulmanes y con el conflicto sirio cada día más encarnizado e internacionalizado, Israel sabe que las consecuencias de su decisión pueden ser mucho más graves para sus intereses que las que tuvo la «Operación Plomo Fundido» de 2008. Entonces no consiguió desmantelar el poder de Hamas en Gaza y diplomáticamente sufrió una condena generalizada. Ahora Hamas no está internacionalmente aislada y sus cohetes pueden llegar hasta Tel Aviv.

Netanyahu cree que desde las orillas del río Jordán al Mediterráneo, desde el Golán sirio al Sinaí egipcio, todo es Israel. Su plan pasa por una Palestina sin conexión con el mundo exterior, limitada a la altura de sus edificios y a la profundidad de sus tumbas, con el espacio aéreo y el agua bajo control israelí. Con ese proyecto colonial que solo ofrece a los palestinos una «solución Bantustán», nunca habrá paz. Frente a esa política criminal, Gaza es un símbolo de resistencia.

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