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Jesus Valencia | Educador social

¿Guerra civil o invasión colonial?

Hace años que Siria está en el punto de mira occidental. Mediante la Ley de Responsabilidad Siria (2003), el Congreso norteamericano instó a su Gobierno a declarar la guerra a Damasco

La primera versión, extendida en occidente, traslada la responsabilidad del conflicto a Si- ria. Los árabes, siempre fogosos, resolvían sus antiguas discrepancias a golpe de cimitarra y las actuales a golpe de misil. La segunda versión deja peor paradas a las potencias occidentales. Para descifrar lo que está sucediendo en la zona es necesario remontarse a otras fechas y trasladarse a otros escenarios.

En los tiempos de Bush II, la Administración norteamericana diseñó un plan imperialista que denominó con un eufemístico enunciado «El nuevo y gran Oriente Medio». ¿Sus objetivos? Los propios de cualquier empresa colonial: conquistar pueblos, apropiarse de sus recursos e imponerles gobiernos títeres ¿Los métodos? Los imaginables: promover enfrentamientos civiles y religiosos entre las poblaciones a dominar. La conocida como primavera árabe en parte ha complicado y en parte ha facilitado el diseño original. Afganistán, Irak, Libia... son secuencias de un mismo guión. Siria e Irán (¿no es esta la ruta que lleva a Rusia y a China?) son las siguientes etapas; itinerarios a recorrer -sin prisa ni pausa- cuando las circunstancias lo aconsejasen. A juicio del imperio, el tiempo de Siria ya ha llegado y su conquista es tan posible como necesaria para atacar con éxito a Irán.

Hace años que Siria está en el punto de mira occidental. Mediante la Ley de Responsabilidad Siria (2003), el Congreso norteamericano instó a su Gobierno para que declarase la guerra a Damasco. Esta resolución desató una caterva de medidas contra el pueblo sirio: sanciones económicas, fomento de grupos opositores, financiación de los mismos... Según el imperio, los delitos de Assad son horrendos: almacena armas de destrucción masiva (¿quizá las que le sobraron a Sadam?), ordenó en 2005 el asesinato del Primer Ministro libanés, desestabiliza la zona... Las verdaderas razones son otras y más consistentes: Siria no colabora en la remodelación de la zona y hace causa común con quienes se oponen (Hizbulah, Palestina, Irán) al proyecto del Gran Israel. Solo desde 2011, las potencias occidentales han tomado 17 paquetes de medidas contra Damasco; una de ellas (la retirada de embajadores) es una auténtica declaración de guerra. Pese a todo, no han conseguido controlar el país. Como en Afganistán, Irak o Libia, no le quedaba a la Metrópoli otra alternativa que instrumentalizar al Consejo de Seguridad y azuzar insurgencias armadas que, como en Libia, abrieran camino a la OTAN.

Occidente ha perdido el primer asalto: el Consejo de Seguridad veta su intervención y las bandas mercenarias no controlan de forma estable ni una peonada de tierra. Los agresores buscan pretextos para un ataque militar directo. Hasta el momento han barajado: choques armados con países vecinos, hipotético uso de armas químicas de Damasco, presencia de kurdos en la frontera siria, excesivo contingente de refugiados y reconocimiento del maquillado Consejo Nacional Sirio como gobierno legítimo. El halcón, cuando persigue a una presa, no suele desistir.

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