Los bombardeos por aire y mar contra la Franja de Gaza dejaron ayer un saldo provisional de 21 muertos en el sexto día de operación de castigo de Israel, que paralelamente evocaba conversaciones a varios niveles para lograr una tregua.

Cuatro militares israelíes viajaron el domingo a El Cairo con una propuesta de tregua que entregaron al presidente egipcio, el islamista Mohamed Morsi, quien recibió a dirigentes de los dos principales movimientos de la resistencia palestina en Gaza, el jefe de Hamas en el exilio Jaled Meshaal, y de la Yihad Islámica, Abdallah Challah.

La del domingo fue precisamente la jornada más sangrienta, con 31 palestinos muertos, en su mayoría menores y mujeres, entre ellas nueve miembros de una misma familia al ser destruida su casa en Nasser (norte de Gaza). «¿Es que los niños tiran cohetes?», gritaba la muchedumbre que enterraba ayer los cadáveres de los menores muertos en el mortífero ataque.

Los bombardeos mataron ayer a cuatro miembros de una familia, entre ellos un niño de 5 años y dos jóvenes palestinas. Israel bombardeó por segundo día consecutivo la sede de los medios de comunicación de Gaza matando a un activista de la Yihad Islámica. Un taxista que trabajaba llevando a periodistas extranjeros murió cuando su taxi, perfectamente identificado con un distintivo de prensa, fue atacado. Otros 15 palestinos resultaron muertos ayer.

El Ejército israelí cifró en 80 los objetivos atacados durante la noche del domingo al lunes, incluidas comisarías de Policía y residencias civiles de milicianos de Hamas.

La Armada sionista admite que al menos una tercera parte de los palestinos muertos «no estaban implicados en el conflicto», informó «Haaretz». Desde el pasado miércoles, Israel ha atacado 1.350 objetivos en Gaza. Hamas y otros grupos de la resistencia han respondido disparando 848 cohetes contra ciudades israelíes. Israel asegura haber logrado interceptar 302 con su escudo de misiles Iron Dome (Cúpula de Hierro). Ayer no se registraron nuevos lanzamientos de cohetes.

Comprensión aliada

La OTAN reiteró la tesis de que Israel tendría derecho a defenderse. «Los ataques contra Israel deben parar», señaló su secretario general, Anders Fogh Rasmussen, quien lamentó «profundamente la muerte de civiles inocentes» y añadió que «la comunidad internacional también espera que Israel demuestre contención».

Mientras tanto, seguía la procesión de políticos occidentales a Tel Aviv y a la Jerusalén ocupada. Un día después de la visita del ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, ayer se esperaba la llegada de su homólogo alemán, Guido Westerwelle, y del enviado especial del Cuarteto para Oriente Medio, Tony Blair. Precisamente el presidente israelí, Simon Peres, tuvo palabras de agradecimiento al Cuarteto (EEUU, Rusia, UE y ONU) por su apoyo a Israel y destacó en este sentido las posiciones del expremier británico.

En el siempre desasistido lado palestino, y tras las visitas del primer ministro egipcio y del jefe de la diplomacia de Túnez, se espera hoy la visita a Gaza del secretario general de la inoperante Liga Árabe, Nabil al-Arabi; y del poderoso ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu. Sobre esta última visita, la apatía -más allá de las condenas retóricas- de Ankara contrasta con su agresividad contra el régimen sirio por sus bombardeos contra la población civil. Ayer, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, acusó a la ONU de mantener una actitud injusta respecto a los musulmanes e instó a una «acción sincera» para poner fin a los bombardeos. Ayer mismo se esperaba la llegada a El Cairo del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

Argelia instó a la comunidad internacional a ser «valiente y hacer cesar esta agresión bárbara». China hizo suya la posición árabe e pidió que Israel «detenga el uso de la fuerza, que ha matado a civiles inocentes».

24 horas «cruciales»

Un experto militar israelí aseguró que «los planes para un posible acuerdo con Hamas han entrado en 24 horas cruciales (...) Asistimos a una carrera contra el reloj para optar entre la escalada militar y las posibilidades de un acuerdo», señaló Alex Fishman, citado por el diario «Yedioth Aharonot».

El experto militar de «Haaretz», Amos Harel, advirtió de que las «inevitables» pérdidas de continuar los bombardeos podrían «minar la legitimidad internacional de la operación».

El diario hizo pública una encuesta según la cual el 84% de los israelíes apoya los bombardeos, proporción que desciende al 30% por lo que respecta a una incursión terrestre en Gaza. Según el sondeo, los líderes israelíes habrían visto aumentar su popularidad (un 20% más de apoyo al primer ministro, Benjamin Netanyahu, y al ministro de Defensa, Ehud Barak).

No obstante, son porcentajes muy por debajo de otros líderes israelíes que en el pasado lanzaron operaciones similares. «Hareetz» añade que este sería el mejor momento para detener la ofensiva, ya que, llegados a este punto, se produce un punto de inflexión y la población comenzaría a percibir que la situación se complica y asoman críticas.

El escaso apoyo a una incursión mostraría, asimismo, que los israelíes temen el alto precio en vidas humanas (propias), así como los escasos beneficios de una operación de este tipo.

No olvidan que la operación Plomo Fundido de 2008-2009, que dejó 1.400 muertos tras devastadores bombardeos y un ataque terrestre, no puso fin a los ataques con cohetes desde la asediada Gaza. Y el informe Goldstone, encargado por la ONU, acusó a Israel de despreciar la vida de los civiles y utilizar la fuerza de modo desproporcionado, lo que supuso un golpe diplomático a Tel Aviv.

Mientras Netanyahu insiste en blandir la amenaza de una incursión terrestre, los analistas aseguran que Israel está ante un difícil dilema. Al Ejército del Aire le quedan ya pocos objetivos que destruir con bombardeos, pero los analistas aseguran que «hay actualmente interrogantes preocupantes en cuanto a la lógica de una operación terrestre». Amos Harel considera «razonable y necesaria la amenaza de actuar para forzar a Hamas a un acuerdo», pero advierte también de que «el peligro consiste en dejarse embarcar en una peligrosa retórica que podría culminar en un serio desastre estratégico».

El presidente de EEUU, Barack Obama reiteró el «derecho de Israel a defenderse, pero matizó que «es preferible que se haga sin incrementar las actividades militares en Gaza».

El ministro de Exteriores británico, William Hague, advirtió el domingo de que «una invasión terrestre de Gaza costaría a Israel una gran parte del apoyo internacional que mantiene».

Los ministros de Exteriores de la UE exigieron desde Bruselas un alto el fuego inmediato.

Condiciones para una tregua

Israel exige que cesen los disparos de cohetes palestinos como condición inexcusable para una tregua. Medios israelíes concretaron que exigiría una tregua de más de 15 años de duración, el inmediato cese del contrabando de armas a Gaza, que Hamas impida al resto de grupos atacar con cohetes y el cese de los ataques contra soldados en la frontera. Asimismo, Israel se reservaría el derecho a perseguir a activistas en caso de ataque o de información sobre un ataque.

Como única contrapartida, accedería a la apertura del paso de Rafah entre Gaza y Egipto pero mantendría cerrados los cruces con Israel -pese a que en 2009 prometió su apertura-. Exige, además, que el Gobierno de Egipto, y no sus servicios de seguridad, sea el garante definitivo del acuerdo.

Por contra, Hamas insiste en que sea EEUU, principal aliado de Israel, el garante de cualquier tipo de acuerdo y exige el cese de los bombardeos y de los ataques selectivos de Israel así como el fin del criminal bloqueo a la Franja de Gaza y de las agresiones a los pescadores palestinos.

Desde El Cairo, el negociador de Hamas reiteró que si Israel quiere una tregua debe dar el primer paso con un alto el fuego porque «ellos empezaron la guerra». Meshaal advirtió de que una incursión terrestre sería «mortal» para las tropas israelíes tras asegurar que que «la moral de la población de Gaza y de la resistencia está muy alta».

Meshaal pidió «una nueva estrategia sólida y realista, coherente con la situación en la región tras la primavera árabe, para solucionar el conflicto palestino-israelí».