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Txema Mendibil | Inspector de Hacienda

El patrimonio de J.L. Bilbao: NM (necesita mejorar)

El impuesto presentado por el PNV es una mejora frente al existente pero sigue formando parte de la tradición fiscal reaccionaria que trampea las reglas de juego beneficiando a los más ricos entre los ricos

Cuenta la leyenda que Zapatero llamó a Botín, a las Koplowitz y a otros conocidos pobretones de su entorno para preguntarles si pagaban mucho en el impuesto sobre patrimonio. Estos escondieron la risa y le explicaron que gracias al escudo fiscal y a disfrazar su fortuna en empresas solo daban la propina.

Zapatero se enfadó mucho y se dispuso a quitar esos dos macroagujeros. Pero antes quiso confiarse con Dios (más conocido como camarada Isidoro). Este oyó su clamor y le respondió: «Hijo mío, nunca molestes a los poderosos de este reino. Mira lo que le pasó al pobrecito Borrell por querer quitar el escudo». Y el pusilánime Zapatero decidió que era mejor quitar el impuesto, pues «muerto el perro, se acabó la rabia». Más tarde, arrepentido, volvería a ponerlo pero cuidándose de no tocar los dos coladeros para no ofender a los que tienen poder de verdad en este mundo.

¿Y qué decir de nuestros maravillosos gestores del PNV? Desde 1979, 34 largos años llevan sin darse cuenta de que ese impuesto no sirve para que los más ricos paguen en función de su capacidad. Ha tenido que llegar la izquierda a la Diputación de Gipuzkoa para que se enfrenten al problema (y a Bildu, claro).

No niego que su propuesta en Bizkaia tenga aspectos positivos. Ya el hecho de poner un impuesto que grave la riqueza es más positivo que las tonterías que decían no hace tanto. Y acercar la valoración de los inmuebles algo más a su valor real (aunque menos que en Gipuzkoa) es mejor que mantenerlos en niveles ridículos de 1970, que discriminaban en contra de otros activos y contribuyeron a la formación de la burbuja inmobiliaria. Por cierto, esta nueva valoración de las casas es la principal causa del anunciado incremento de la recaudación y no delirios febriles como haber pasado a Bildu por la izquierda.

Pero los agujeros ni tocarlos. Ahora resulta que quitar el escudo fiscal para tratar a todos los contribuyentes por igual en función de su riqueza es peor que seguir favoreciendo a los mega ricos, aquellos que pueden permitirse ver crecer enormemente su fortuna sin hacerla líquida para no pagar casi el impuesto. El PNV sigue sacando pecho con su tipo marginal del 2% cuando saben que, con el escudo y participaciones exentas, el tipo efectivo de ese tramo andará en torno al 0,6%.

Entonces cambian de tercio: el impuesto de Gipuzkoa es confiscatorio. Y no es que eso sea malo. Cuando los laboristas británicos eran de izquierdas diseñaron un impuesto confiscatorio sobre el patrimonio para «ir acabando poco a poco con esas concentraciones inmorales de riqueza». Pero esos chivatos locales no nos pillarán por ahí, señalando nuestro inconstitucionalismo español. Porque tipos marginales inferiores a cualquier rentabilidad no son confiscatorios salvo a los ojos de un extremista neoliberal... o de un político picado en su orgullo.

Y cuando se niegan a tapar el otro agujero, nos acusan de perjudicar la inversión productiva. ¿Pero están tontos? Si gravamos a las participaciones empresariales la cuarta parte que a los demás bienes, las estamos beneficiando, sean inversión productiva buena, mala, improductiva... lo que no hacemos es mirar hacia otro lado no gravando ni controlando las participaciones ni sus rendimientos tácitos, favoreciendo el fraude fiscal y drenando fondos necesarios para la inversión pública.

En definitiva, el impuesto presentado por el PNV es una mejora frente al existente pero sigue formando parte de una tradición fiscal reaccionaria que trampea las reglas del juego beneficiando a los más ricos entre los ricos.

Por eso, al oír a J. L. Bilbao decir que su impuesto es más progresivo y progresista que el de Gipuzkoa (qué fijación), uno recuerda a ese alumno que tras suspender repetidamente todas las asignaturas, logra aprobar por fin gimnasia y música. Se entiende la ilusión de sus orientadores, ya sabe moverse y hasta entiende la melodía. Solo falta que ponga un poco de interés para aprobar alguna de las otras asignaturas pendientes como «Fiscalidad progresista», «Obras faraónicas 23: Super Sur» o «Causas de la crisis capitalista: Introducción». Porque su última nota ha sido decepcionante, «Patrimonio»: Necesita mejorar.

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