Tal como estaba previsto, la oposición propició ayer la devolución del proyecto presupuestario del Gobierno navarro, lo que constituye un contratiempo político, no por anunciado menos importante, para esta formación y para la propia presidenta, Yolanda Barcina. Para cualquier Ejecutivo, la devolución de sus cuentas y una eventual prórroga de los presupuestos supone siempre un serio quebradero de cabeza, pero en este caso el problema se ve acentuado por la precaria situación de un Gabinete que se halla en clara minoría cuando ni siquiera se ha cumplido la mitad de la legislatura, y que cuenta con una importante respuesta social. En este sentido, lo ocurrido en la Cámara sirve para constatar la incapacidad de UPN para sacar adelante sus políticas.

La mayoría de la sociedad navarra comparte la percepción de que al partido gobernante le resultará imposible aguantar en la actual situación de forma indefinida, y que el propio Ejecutivo es, hoy por hoy, más una fuente de problemas que de soluciones, como volvió a quedar de manifiesto ayer ante la sede parlamentaria. Desde la ruptura del pacto que mantenía con el PSN, UPN ha visto retratada su soledad -el escuálido acompañamiento del PPN no le sirve para nada- en demasiadas ocasiones, y en una situación de emergencia económica como la que se vive en Nafarroa la incapacidad que transmite a la ciudadanía puede pasarle una factura aún mayor que la que ya está pagando.

Por ese motivo, a la presidenta de UPN cada vez le queda menos margen de maniobra, y la fuerte contestación que empieza a sentir en sus propias filas no ayuda a aliviar sus problemas. Intereses particulares y los propios ritmos de la política partidaria impedirán probablemente que asistamos a una nueva contienda electoral hasta dentro de al menos unos cuantos meses, pero a efectos prácticos puede darse por amortizado el primer Ejecutivo de la «era Barcina». Y puede que también la carrera política de la propia mandataria.