En palabras de Ramón Jaúregui, hasta el PSOE había desechado la tesis de «los miles de exiliados por ETA» y, como máximo, había situado esa realidad en un número aproximado de «varios centenares». Parecía pinchado ese globo, pero en respuesta a una pregunta del diputado de Amaiur, Jon Iñarritu, el PP sigue insistiendo en sus pretensiones de trampear el censo electoral vasco con «miles de exiliados» entre los que, para más vergüenza, incluye hasta policías y guardias civiles condenados por tortura y terrorismo de Estado. Persiste así, contra toda evidencia, en defender lo indefendible, en proponer un gigantesco pucherazo electoral similar al que hicieron con los colonos marroquíes en el Sahara. Una nueva muestra de la actitud cerril e involucionista en la que el PP se ha instalado y desde la cual pretende condicionar cualquier escenario de soluciones definitivas. Y que revela la debilidad, el miedo de ese partido a enfrentarse a un futuro de paz que vive como una amenaza para sus intereses.

Quizá crean que han encontrado la «bala mágica» con su apuesta por alterar tan fraudulentamente el censo electoral. Pero, para su desgracia, les volverá a salir por la culata.