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Raimundo Fitero

Por supuesto

 


Josep Anton Duran i Lleida ha respondido con la contundencia debida: «por supuesto que no voy a dimitir». Se manifestaba ofendido por la pregunta. ¿Quién osa dudar sobre su entereza de político corrupto indignado? Como he escuchado hoy sobre una pintada: «Dimitir no es un nombre ruso». No, es un concepto democrático, que estos políticos del pesebre no saben conjugar ni entra en su código. Este individuo es uno de los personajes más enquistados del politiqueo orgánico actual. Un encantador de cucarachas. Uno que vive bastante por encima de sus posibilidades a costa de todos. Un «poca vergonya» como le dirían en su pueblo. Los optimistas piensan que está amortizado políticamente. Lo dudo. Forma parte de una casta.

Porque el motivo de este «por supuesto» es que ha existido un enjuague político-judicial vergonzante. Un caso de hace cerca de tres décadas en la que se acusa a miembros de UDC de usar el dinero concedido por Europa para organizar cursos para parados para engordar la cuentas del partido, que se sustancia ahora, con la asunción de la culpabilidad de los acusados a cambio de rebajar sus penas hasta lo risible. Es decir reconocen que el partido se subvencionó de manera fraudulenta, devuelven parte de lo robado al erario público y todos de rositas. El Jefe de la barraca no se da por aludido. Por supuesto.

Y es una sentencia ejemplarizante. Viene por ahí resoplando el cacique Fabra de Castelló, Urdangarin, al que hora se le involucra en la trama a la supuesta amante de su suegro; la Gürtel, etcétera, etcétera. Para estos es el ejemplo a seguir, pactar políticamente con la Fiscalía que está en manos del gobierno y así hasta la náusea. Estos políticos, roban, los pillan, utilizan todos lo resortes posibles para alargar sus procesos y si insisten, ponen cara de idiota, devuelven una parte y a su casa. ¿Esto crea jurisprudencia? Porque los chorizos sociales, si los pillan, devuelven los cuarenta euros que costaban las gallinas y listos, ¿no? Por supuesto que no, sobre ellos debe caer todo el peso de la ley. La ley del embudo. Indudablemente los políticos con tantos quinquenios y tan pocos escrúpulos son un problema para la democracia.

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