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Amparo LASHERAS | Periodista

Como un sonriente piropo

 

El comunismo sigue siendo una idea preciosa». La frase saltó en medio de la última página, como si alguien hubiera tocado a rebato con la intención de llamar la atención del lector sobre una comunista francesa, militante de Mayo del 68 en París y hoy, librera y activista feminista en Madrid. De todas las denominaciones que, durante años, he escuchado sobre el comunismo, esta es la única que suena como un sonriente piropo al sólido y profundo lenguaje del Manifiesto Comunista y que, además, despierta la poco ortodoxa sensación de frescura y vitalidad en la lucha por alcanzar la utopía. Sobre todo cuando, en el complejo devenir del siglo XXI, un tiempo en el que estudiosos del marxismo teorizan sobre las nuevas formas en que debe de desarrollarse el socialismo, se percibe la sombría intención de soslayar, cuando no ningunear, la idea del comunismo, juzgando a él y a sus defensores, bajo una luz de gas, eternamente gris. Una creencia no siempre cierta. Valga un ejemplo entre muchos de los que se podrían nombrar. El escritor Eduardo Galeano, en un libro sobre Roque Dalton, describió así al poeta y guerrillero salvadoreño que se definió a sí mismo como marxista-leninista. «Roque Dalton hacía reír a las piedras, era el menos solemne de todos nosotros y también a la muerte le tomaba el pelo. Su poesía era como él, cariñosa, jodona y peleadora». «Llegaste temprano al buen humor, al amor cantado, al ron fraterno, a las revoluciones», le decía Benedetti en el mismo libro. En las fotos que se conservan, Dalton, delgado, con tez morena y pronunciada nariz, guarda un gran parecido con otro revolucionario más cercano, Argala. Dos sonrisas que también iluminan el comunismo.

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