La comunidad chií exige seguridad tras la jornada de atentados en Baluchistán
Después de una de las jornadas más sangrientas en Baluchistán -103 muertos en tres atentados- la comunidad chií protestó ayer por la frustración ante la falta de seguridad. Exigiendo al Ejército que tome el control, se negaron a enterrar a sus muertos.
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La tensión seguía ayer en Baluchistán, al día siguiente de una de las jornadas más sangrientas de los últimos años, con 125 muertos en atentados en este territorio y otros dentro de las fronteras reconocidas a Pakistán, dirigidos sobre todos contra la población chií.
El más grave fue un doble atentado kamikaze perpetrado en un club de billar, situado en un barrio de mayoría chií de Quetta, la capital de Baluchistán este (bajo control de Islamabad). Allí murieron al menos 92 personas y otras 121 resultaron heridas. «El escenario era apocalíptico, con cuerpos por todas partes», relató el responsable de Interior del Gobierno regional, Akbar Hussein Durrani.
Se trata del atentado con mayor número de víctimas cometido contra esta minoría y fue reivindicado por el grupo suní de Lashkar-e-Jhangvi (LeJ), el principal grupo rebelde y antichií del país, ligado a Al Qaeda y a los talibanes paquistaníes.
Cientos de chiíes organizaron ayer una concentración de protesta frente al edificio destruido en el atentado. Rehusaban enterrar a las víctimas hasta que el Ejército se haga cargo de la seguridad de la ciudad en lugar de la Policía y los paramilitares, a los que acusan de ineficacia y corrupción. El Gobierno provincial de Baluchistán anunció tres días de luto pero no consiguió convencer a los manifestantes que permanecieron en las calles con casi treinta cadáveres colocados en ataúdes.
«Las protestas continuarán hasta que el Ejército tome el control de Quetta en lugar de un gobierno que no puede o no quiere», denunció uno de los organizadores de la movilización, Hashim Mousavi, del partido chií Muslimeen Wahdatul.
Maulana Amin Shaheedi, que encabeza una serie de organizaciones chiíes, acusó al jefe de las Fuerzas Armadas de Pakistán, el general Ashfaq Kayani, de no hacer los suficiente para defender la seguridad en el país. «Yo le pregunto al jefe de las Fuerzas Armadas: ¿Qué has hecho con estos tres años que has obtenido en tu cargo? ¿Qué nos has dado a parte de más muerte?», denunció Shaheedi. Syed Dawwod Agha, alto cargo de la Conferencia de Chiíes de Baluchistán, señaló que el LeJ protesta delante de sus mezquitas y en las calles de Quetta con gritos de «Infieles, infieles, chiíes infieles» y «muerte a los chiíes». «Nos hemos convertido en una comunidad de cavadores de tumbas. Estamos tan acostumbrados a la muerte que ya tenemos las mortajas preparadas», añadió.
Objetivo fácil
Dayan señaló que el medio millón de hazaras que vive en Quetta son un objetivo fácil debido a que viven en estado de sitio al estar encerrados en su barrio, aunque salir de esa zona también supone «arriesgar la propia vida. Todo el mundo les ha fallado: los servicios de seguridad, el Gobierno, la judicatura...». El LeJ cuenta con lazos dentro del Ejército paquistaní aunque los militares niegan cualquier conexión con la organización.
Las dos explosiones en el club de billar fueron precedidas de un primer ataque que costó la vida a doce personas contra una unidad de paramilitares. Otro atentado mató a siete personas en la misma ciudad y el cuarto tuvo lugar en Mingora, capital del valle Swat, donde una bomba colocada en la sede del grupo suní Jamaat Tabligh. causó 22 muertos y más de 80 heridos.
Human Rights Watch denunció la «indiferencia de las autoridades» frente a las masacres de chiíes, que en 2012 provocaron 400 muertos.
Dos grupos armados de distinto signo reivindicaron dos de los tres atentados de Quetta. El más grave fue reivindicado por el grupo integrista suní Lashkar-e Jangvi. El que atacó a uno de los principales cuerpos paramilitares del país, el Frontier Corps (FC), fue «reivindicado por los separatistas baluches», según un responsable policial, en referencia al Ejército Unido de Baluchistán (UBA, en sus siglas en inglés), uno de las principales facciones armadas de la región. Un portavoz del UBA citado por el diario «Dawn» confirmó la autoría de su grupo y atribuyó el atentado a una acción de venganza por las acciones del FC contra los independentistas. GARA
«Los ataques del jueves en Quetta son sectarios y no están ligados a las elecciones» de la próxima primavera, indicó Mohammad Hashim, responsable de la adminsitración local. Pero el general retirado y analista político Talat Masood subraya que «el Gobierno ha perdido completamente el control de la situación» y que en este contexto, «va a ser muy difícil organizar elecciones».