Nathalie Stutzmann | cantante y directora de orquesta
«La música de Bach es perfecta, sí, pero ante todo es vida, sensualidad, amor...»
La contralto francesa Nathalie Stutzmann presenta esta tarde en el Kursaal de Donostia su último disco, «Una cantata imaginaria», en el que recopila varios fragmentos célebres extraídos de las cantatas de Johann Sebastian Bach. Lo hará en un recital junto al conjunto que ella misma dirige, Orfeo 55, y alternando las piezas de Bach con espectaculares arias de Vivaldi.
Mikel CHAMIZO | DONOSTIA
La carrera de Nathalie Stutzmann despegó en París en 1985, durante un concierto dedicado a una de las creaciones más radiantes de Bach, el «Magnificat». En aquella ocasión Stutzmann, con tan solo veinte años, llamó la atención de público y crítica por su auténtica voz de contralto, cavernosa y oscura, y pronto comenzó a ser requerida por directores tan importantes como Karajan o Seiji Ozawa. 27 años después de aquél «Magnificat», la contralto francesa, ahora también directora de orquesta, regresa a la música de Bach con un disco monográfico titulado «Una cantata imaginaria», que será presentado esta tarde en el Kursaal de Donostia. «En realidad nunca he dejado de tocar y cantar a Bach -aclara la artista nacida en Suresnes-. De niña estudié muchísimo Bach al piano y su música estuvo muy presente en los primeros conciertos que di. Pero para mí era un sueño muy perseguido el grabar algún día su música con mi propia orquesta, porque mi punto de vista de Bach difiere bastante del que suelen tener otros directores».
Stutzmann opina que la mayoría de los directores observan a Bach con ojos excesivamente sobrios, como si su música fuera «para intelectuales», un asunto tan serio que la pasión debe pasar a un segundo plano. «Desde luego, creo que no es el punto de vista adecuado para Bach -defiende Stutzmann-. Su música es perfecta, sí, pero ante todo es vida, sensualidad, amor... Puedes sentir el jazz en la música de Bach, y yo quería que esa humanidad impregnase mis versiones».
Para ello ha contado con su ensemble habitual, Orfeo 55, una orquesta de cámara que ella misma fundó en 2009 y que se ha convertido en uno de los grupos revelación del circuito de la música antigua. Stutzmann cree que es debido al «trabajo concienzudo. Intento contar siempre con los mismos instrumentistas, quiero que los músicos que integramos Orfeo 55 recorramos juntos un mismo camino que nos permita conocernos bien. Porque así puedo extraer de ellos un sonido particular, específico, que intento que sea más potente que el que suele ser habitual en las orquestas de instrumentos originales».
Una de las claves de ese sonido peculiar procede, probablemente, del hecho de que Stutzmann sea cantante, un perfil muy poco común entre los directores de orquesta. «El entendimiento de la música depende mucho del instrumento que toca cada director. La mayoría de los directores de música antigua suelen ser clavecinistas o violinistas, y eso implica necesariamente un acercamiento particular a la partitura. En mi caso, al ser cantante, uso constantemente mi voz para explicarles a los músicos cómo quiero que toquen, y les pido que interpreten ellos mismos como si estuvieran cantando. Supongo que eso da a nuestra orquesta una cualidad cantarina que no es muy habitual».
Por si fuera poco común que un cantante coja la batuta, aún lo es menos que además sea mujer -el de la dirección de orquesta sigue siendo un mundo de hombres-. Stutzmann es un rara avis en ese aspecto, aunque siempre tuvo claro que terminaría dirigiendo. «Durante muchos años me dediqué exclusivamente a cantar -rememora-. Pero yo me considero una músico integral. Limitarme solo a la voz para expresar cómo yo sentía la música me resultaba insuficiente, frustrante. Así que desde muy joven sabía que tarde o temprano terminaría dirigiendo, tomando el control sobre todos los aspectos de las versiones. Para mí ser directora es el apoteosis de mi experiencia como músico».
Fue Simon Rattle, el actual director de la Filarmónica de Berlín, quien le dio el espaldarazo definitivo hacia la dirección, un arte que ya había aprendido, en cierto modo, durante más de veinte años observando a las grandes batutas con las que trabajó mientras cantaba. «Al fin y al cabo, una parte fundamental de la formación de los jóvenes directores consiste en observar cómo dirigen sus maestros».
En su concierto de esta tarde en el Kursaal, además de fragmentos muy conocidos de las cantatas de Bach, la contralto abordará varias arias de Vivaldi extraídas de su anterior disco, «Prima donna», dedicado al repertorio de los cantantes castrados, los castratti, que fueron «las grandes divas» del Barroco. Un repertorio que durante las últimas dos décadas ha estado prácticamente monopolizado por cantantes masculinos, contratenores y sopranistas.
Solo en los últimos años parece que las mujeres estén recuperando ese terreno que dominaban antes del boom de testosterona lírica. «Todavía no es muy obvio, pero sí que veo un movimiento en ese sentido -afirma Stutzmann-. Y afortunadamente, porque a mí me esa dominación de las voces de contratenor me parecía muy ridícula, sobre todo porque, a menudo, las voces no eran buenas. No debería haber ningún problema en que hombres o mujeres canten este repertorio, siempre y cuando lo hagan con la calidad que requiere».
Esos dos mundos, el de Vivaldi y el de Bach, se darán la mano en el Kursaal con total naturalidad. Stutzmann sabe que «Bach admiraba mucho la música de Vivaldi, le gustaba tanto que llegó a arreglar varias de sus obras. La escritura de Bach es más rica y la de Vivaldi más espontánea, por eso se complementan a la perfección en los conciertos», concluye.
«La mayoría de los directores observan a Bach con ojos excesivamente sobrios, como si su música fuera para intelectuales»