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Los leones se meten en un lío

La alegría que no llega

Los rojiblancos volvieron a merecer más ante un complicado rival, pero solo con el corazón no es suficiente.

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ATHLETIC 1

RAYO VALLECANO 2

Joseba VIVANCO

Tras las sonrojante derrota en tierras levantinas, Ander Herrera apelaba a «nuestra gente en San Mamés», a esa imperiosa necesidad de verse abrigados y arropados, espoleados por una cada vez menos condescendiente Catedral. Al exzaragozista le gustan esos ultimátums a la afición, sea para remontar un marcador europeo adverso ante el Sporting de Lisboa o sea para ganar a un modesto equipo del barrio de Vallecas, pero que llegaba séptimo en la tabla. La otra cara de la moneda la ofrece Aritz Aduriz, cuando responde que «poco se puede decir a la afición. Ahora mismo no somos quién para mandar mensajes. Tenemos que hacer, no decir».

Anoche, el Athletic quiso hacer, no pedir, propuso en la primera mitad, mientras San Mamés observaba. No iba a ser sencillo, pero se podía. Y todo se vino al traste en un chispazo. En un instante. Y ahí el Athletic se quebró, apeló al corazón, a la casta, pero no fue suficiente. Mereció más, de eso no cabe duda, tuvo ocasiones para lograrlo, pero con merecer ya no basta. Hay que sumar y este Athletic ya no suma. Al revés, él solito se está metiendo en un lío. Y ya no caben excusas. Ni siquiera el fuimos mejores. Una semana más de tristeza en Lezama. Una semana más sin alegría.

Desde el minuto uno ambos equipos descubrieron sus cartas. Fútbol ofensivo y ni un metro de de césped de ventaja al rival. Fútbol sin concesiones. Mordía el Rayo los talones rojiblancos, respiraba el Athletic en los cogotes rayistas. Un encuentro que todo aficionado firmaría, sobre todo si es un viernes con la noche ya echada. Campo ancho, con extremos y laterales pegados a la cal, intensidad máxima, pugna por cada balón, siempre ambos conjuntos con la mirada en el hortizonte.

Fue la intensa primera mitad -con los rayistas jugando siempre al borde del reglamento cuando no la cruzaban sin rubor con permiso del trencilla- que Athletic y Rayo ofrecieron, con más intención y profundidad en los rojiblancos, que hasta dispusieron de alguna ocasión clara como la de Aduriz a los dos minutos, que no supo atinar con su vaselina, solo ante el portero Rubén, una asistencia de lujo de Ibai Gómez.

Imprecisiones excesivas en defensa por ambos bandos, nada extrañas para la grada de San Mamés entre los rojiblancos, ya habituada a los momentos de apnea en que la respiración se corta por unos instantes, pero de las que ningún equipo supo aprovecharse. Apenas inquietó el Rayo la meta de Iraizoz salvo en un disparo cruzado de Lass al poco de iniciado el choque, y sí apretó mucho más el Athletic arriba, por ambas bandas esta vez, con un Susaeta muy inspirado, y un juego rápido que trataba de ganarle la espalda a la defensa vallecana con balones largos y un fútbol de justa elaboración, tanto que Ander Herrera apenas sí se dejó ver en la primera mitad. Un balón cruzado de Susaeta desde el vértice del área y que La Catedral vio dentro de la red fue lo más cerca que uno y otro estuvieron del gol. Había partido... o eso pensábamos.

Un 0-2 demasiado pesado

La dinámica del choque cambio radicalmente al poco de salir de vestuarios. Salió el Athletic con las mismas ganas, poniendo Ibai un milimétrico balón en la cabeza de Aduriz, que solo pudo rozar, pero a los dos minutos todo se vino abajo en una jugada de esas que a uno se le queda cara de tonto. Balón templado que pone Iraizoz arriba pero al rival, pilla al Athletic inexplicablemente descolocado, Lass gana la banda derecha para sorpresa de Ibai y de sus compañeros, y el balón largo le llega al pie, controla y fusila a un Gorka que por la cara se sentía culpable. Lo que mal empieza, mal acaba. Y esta vez acabó.

Marcelo Bielsa saltó como un resorte y sacó del campo a Amorebieta para dar entrada, hombre por hombre en el eje de la zaga, a Gurpegi. Pero el gol pesó como una losa en los bilbainos. En lugar de juego comenzaron a ponerle rabia, como Muniain, corazón, pero poca cabeza. Ekiza le dejó un balón a Baptistao que el brasileño no supo convertir. El partido se embarulló, el Athletic comenzó a precipitarse.

Al cuarto de hora, nuevo movimiento de Bielsa. Llorente por Muniain. Se la jugaba con dos puntas. San Mamés, ahora sí, se metía en el partido. «Nuestra gente», que diría Herrera, estaba ahí. Primero Aduriz disparaba y Rubén sacaba con apuros, seguido San José cabeceaba al larguero... Pero esta vez iba a ser el juez de línea el que se iba a encargar de frenar el arreón de los locales. Falta de Gurpegi a Lass sobre la misma línea del área y a instancias del linier, el colegiado señala la pena máxima. Piti hacía el segundo. Los penaltis, misión imposible para Gorka.

San Mamés se desesperaba, con el desacierto de los suyos que le echaban todo el corazón -qué desgaste físico tan desaprovechado-, con el recital del árbitro, con el resultado, con la derrota, con todo. Bielsa, ya en pie, iba y venía. Había que echar el resto y lo echó San José, con un golazo que hizo estallar La Catedral. Era el minuto 77. Había tiempo. La grada achuchaba, a la épica. El Rayo no se achantaba, pero no quedaba otra. San José se echó al equipo a los hombros. La tuvo Llorente en un disparo que atrapó Rubén. No había tiempos muertos. Solo prisas. De Marcos remató mordida una volea. Pero nada comparable a la que falló Llorente a falta de seis minutos. Balón de oro de Ibai y, con todo para él, cabecea cruzado. Increíble. Como increíble fue perder. Pero eso ya no es noticia. Ah, y San Mamés les despidió al grito de ¡Athletic!

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