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LA MANIFESTACIÓN MÁS MULTITUDINARIA

Lo permanente

Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS Periodista

Es una bocanada de aire puro. La manifestación en que se ha requerido el regreso de los presos vascos a su casa para atender a su salud o por haber cumplido su condena tiene una significación trascendental. Se trata de algo que supera la filantropía, con ser este sentimiento uno de los materiales básicos para edificar la paz y la convivencia. Hay en esa manifestación el propósito esencial de reponer los viejos pilares de la justicia legítima, que es mucho más que la justicia degradada por lo circunstancialmente legal. Se trata nada menos que del propósito de ennoblecer la acción del juzgador para alejarlo de dos venenosas sombras políticas: la crueldad y la venganza, esas dos vesánicas raíces de la doctrina Parot. Si los legisladores atienden el sólido requerimiento de los manifestantes -el pueblo en la calle- se recuperará un derecho basado en la claridad de su cumplimiento, en la serenidad para su aplicación, en la restauración de la confianza social, en la estética del equilibrio. Los valores profundos que hacen hombre del hombre, que son los llamados principios de derecho natural, han de constituir la dimensión solemne de las leyes e inspirar la más elevada y digna interpretación de las mismas.

El Estado español no puede sostener la regresión a un derecho del enemigo. Esa parva lectura del derecho hace de la libertad una trampa y de la convivencia una servidumbre primitiva. Obviamente duelen todas las muertes; pero ese dolor no ha de impedir el proceso de la razón. Y la médula de esa razón está formada por la voluntad de ser de todo un pueblo, que es una voluntad de rango político. Para la paz resulta inexcusable el respeto a la voluntad política, que sólo es demostrable mediante una observancia del consonante respeto inter pares. La violencia que degenera de cualquier forma la aplicación de la ley daña no sólo al preso sino al pueblo de ese preso. Esta es la cuestión que convierte el daño individual en herida colectiva que se profundiza día a día. Hay que hacer la paz. Hacerla con manos limpias. Manos verdaderamente limpias. En este caso, sí.