Iñaki LEKUONA | Periodista
Nieve sobre el Sahara
Bajo una piel hambrienta y árida, el Sahara esconde riquezas por las que las potencias del siglo XXI se muestran tan codiciosas como las del XIX. Y la codicia, ahora como entonces, la defienden a fuego. Estos días la ceniza ha caído como copos en un rincón del desierto argelino, cubriendo de sangre un pozo de extracción de gas armado con rehenes. Fueron los islamistas quienes secuestraron a sus trabajadores, pero quien ha detonado destrucción ha sido el Gobierno de Argel, sin duda aconsejado por el ejecutivo de Hollande.
París se ha despertado helada. Y ni todo el gas del subsuelo colonial podrá evitar los escalofríos que recorren la espina dorsal de la conciencia de aquellos que aun la conservan. Se decía que Sarkozy no la tuvo nunca. Pero Hollande tampoco aparenta tener escrúpulo alguno. No tanto por organizar una acción armada en territorio de Mali, que también, como por su actitud en la toma de rehenes de In Amenas. No podía actuarse de otra manera, ha sentenciado. No cabía ceder al chantaje, como si París no hubiera forzado a Argelia a actuar como lo ha hecho, desatando una tormenta que se ha cobrado no se sabe cuántas víctimas.
Pero es conocido que no todas las vidas valen lo mismo, que no todos detentan los mismos derechos, que al final todo sacrificio es poco cuando se trata de defender los intereses económicos de la nación. Hollande no es muy distinto de Sarkozy. Francia tampoco de Estados Unidos. Es la guerra. La de siempre. La del dominio económico y político.
París se ha despertado este fin de semana cubierta de nieve. Y de vergüenza, la que precipita en copos de ceniza desde el Sahara sin terminar de calar.